Los Obispos de Cataluña ayudados por los Delegados diocesanos de Pastoral de la Salud y los de Familia y Vida, y por el Centro Borja de Bioética, queremos que se reflexione en el momento de entrada en vigor de la Ley de regulación de la eutanasia. En un comunicado en junio, valorábamos la necesidad de ayudar a ancianos, enfermos y familiares sobre todo, estableciendo un correcto documento de voluntades anticipadas y también las posibilidades de objeción de conciencia ante la eutanasia, por parte de los profesionales sanitarios, que sería bueno que se plantearan su objeción ante esta ley y ayudaran a orientarnos responsablemente.
No es fácil ni sencillo abordar el final de vida ni el sufrimiento humano. La Iglesia Católica, desde sus orígenes, ha cuidado a las personas en situaciones de especial fragilidad y vulnerabilidad, tanto en el ámbito sanitario como social. Con espíritu de compromiso de servicio a la sociedad, reclamamos la promoción de los cuidados paliativos y el desarrollo efectivo de la ley de dependencia, dando realmente cobertura a las necesidades de los enfermos y de sus familias. Ante las situaciones de sufrimiento y de final de la vida, es clave la atención integral, abordando el sufrimiento físico, psicológico, espiritual y social, y no prolongando la vida por todos los medios posibles. Será clave el acompañamiento con amor y compasión, como nos enseña Jesucristo en la parábola del Buen Samaritano (Lc 10,25-37).
En este contexto, es importante clarificar que no son eutanasia aquellas acciones, como la sedación, encaminadas a mitigar el dolor u otros síntomas ni tampoco lo son la retirada o no aplicación de tratamientos desproporcionados, inadecuados o fútiles. Ya el Papa Pío XII habló de ello acertadamente. En cambio, el objetivo de la eutanasia es acabar con la vida de la persona de forma directa e intencionada. Desde la convicción de que la vida es un don de Dios que hay que respetar, el compromiso de la Iglesia es el de ayudar a las personas a vivir más de acuerdo con su dignidad y favorecer su mayor bienestar, especialmente en situaciones de fuerte sufrimiento o de proximidad de la muerte.
Estas situaciones representan un desafío para enfermos y familias. Es deseable reflexionar sobre ello desde los propios valores y creencias, y dejar constancia por escrito en el «Documento de Voluntades Anticipadas», donde se puede especificar tanto el rechazo a la eutanasia como a las acciones destinadas a prolongar el proceso de muerte. En este sentido los Obispos de Cataluña sugerimos firmar el Documento de Voluntades Anticipadas elaborado por la Conferencia Episcopal Española y que, trataremos de difundir en las parroquias y comunidades con las debidas orientaciones. Seguramente los notarios y los agentes de pastoral de la salud nos ayudarán a hacerlo correctamente, y con todos los requisitos legales necesarios.
“Incurable no es nunca sinónimo de ‘in-cuidable’”. Quien sufre una enfermedad en fase terminal, así como quien nace con una predicción de supervivencia limitada, tiene derecho a ser acogido, cuidado y rodeado de afecto. La Iglesia es contraria al ensañamiento terapéutico, pero reitera que la eutanasia y el suicidio asistido son una derrota para la sociedad y atentan contra la dignidad de la persona humana (cf. Carta Samaritanus bonus, sobre el cuidado de las personas en las fases críticas y terminales de la vida de 22.9.2020).
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