Confirmaciones en Escaldes-Engordany (Andorra)

El día 11 de mayo el Arzobispo de Urgell y Copríncipe de Andorra, Mons. Joan-Enric Vives, administró el sacramento de la confirmación a 20 jóvenes y 2 adultos de la Parroquia de St. Pedro mártir de Escaldes-Engordany (Principado de Andorra). A su llegada a la Parroquia el Copríncipe episcopal fue recibido por dos Consejeros del Común de la Parroquia, y por el Rector, Mn. Jaume Soy.

La celebración eucarística fue concelebrada por Mn. Jaume Soy, el P. Joan Juncadella SDB, que dirigió los cantos, y Mn. David Codina. Asistió un buen grupo de fieles que llenaron el templo parroquial, familiares y amigos de los confirmandos, así como los catequistas de la parroquia que les habían preparado.

En su homilía el Arzobispo Vives glosó el Evangelio proclamado en aquel día donde Jesús dice que ama a sus discípulos tal como el Padre le ama a Él. Animó a los jóvenes confirmandos a perseverar en este amor que nos hace sentir acompañados a pesar de las dificultades de la vida. La fe en Jesús es una fuerza y una esperanza que nos hace vivir las dificultades, enfermedades, problemas con «sentido» y vivir con sentido es una fuerza inmensa frente a la vida. A los cristianos no se les ahorra el sufrimiento, pero con sentido, este sufrimiento adquiere una dimensión nueva, de vida. Precisamente porque tenemos a Jesús que no nos deja y nos acompaña con el amor con que el Padre le ama a Él. Para mantenernos en el amor de Jesús es necesario observar sus mandamientos.

El Arzobispo glosó a los jóvenes el sentido de la «confirmación» que tiene una doble vertiente: Dios confirma el don dado en el bautismo y los jóvenes confirman las promesas del bautismo. Sentirnos amados por Jesús que nunca nos abandona y da sentido a los sufrimientos, debe llevarnos a la alegría verdadera, la que no ahorra el dolor y el sufrimiento, pero que hace que con Jesús éstos adquieran un sentido nuevo.

Al final de la Misa el Arzobispo regaló a los jóvenes un Nuevo Testamento y les animó a participar al día siguiente en el Rosario y Misa que la comunidad portuguesa de Andorra celebraría en Meritxell para venerar a la Virgen bajo la advocación de Fátima.

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