Buscadores de Dios

Nos hace bien volver a escuchar después de Pascua, en la fiesta de la Santísima Trinidad, que Jesús nos promete «Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin de los tiempos» (Mt 28,20). Él, por la fuerza y ​​la presencia de su Espíritu Santo, nos irá enseñando, nos guiará, nos defenderá y nos llevará hasta el Padre. Nadie puede llegar a Dios ni le puede conocer si no es a través de Él. Es así como la búsqueda del sentido más profundo de la existencia humana, no acaba en el vacío o el sinsentido. Jesús vela por que lleguemos a Dios, y habita en nuestro interior para irnos conduciendo. Démosle gracias en este domingo en que alabamos y glorificamos la Santa e Indivisa Trinidad. Ellos son Uno y quieren que participemos de Ellos eternamente. Es la grande e inmerecida vocación que hemos recibido por pura gracia: poder conocerle, poder amarle y un día poder disfrutarlo eternamente. Esta es la gran vocación y el destino de todo hombre y mujer, hermanos de Jesucristo.

De esta manera entendemos mejor el sentido del lema de la Jornada pro Orantibus, o Jornada por quienes rezan de manera exclusiva y totalizante, es decir los monjes y monjas contemplativos, los ermitaños, quienes de formas diversas se consagran a adorar y a orar a Dios en nombre de todos, y para ayudarnos a todos. ¡Cómo los debemos amar y valorar! En nuestra Diócesis tenemos hermanas en Balaguer y en Refet que viven el ideal de la vida contemplativa. Todos ellos buscan el rostro de Dios y tratan de vivir el salmo 26,8-9: «Oigo en mi corazón: «Buscad mi rostro». Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro». En la fiesta de la Santísima Trinidad, queremos que Dios sea adorado, amado y servido, ya que Dios es el Amor. En Él hay unas relaciones que son de Amor, y todo lo que hace, activamente, lo hace por Amor. Lo expresa bellamente Sta. Catalina de Siena (1347-1380), patrona de Europa: «Trinidad eterna, eres como un mar profundo en el que cuánto más busco más encuentro, y cuánto más encuentro más te busco». Buscar a Dios debe ser un movimiento de amor que tiene que durar toda la vida. Buscar, amar y testimoniar. No es exclusivo de los contemplativos, pero nos ayudan y estimulan a todo el Pueblo de Dios. Estamos llamados a ser «buscadores de Dios».

Lo más originario de la vida consagrada «está en la búsqueda de la conformación cada vez más plena con el Señor» (VC 37). El consagrado, con su vida y su misión, es signo profético que da testimonio al mundo de los rasgos esenciales de la persona plenamente humana y divina de Cristo. «La persona consagrada es testimonio de compromiso gozoso, al tiempo que laborioso, de la búsqueda asidua de la voluntad divina» (SAO 1). Se apartan del ruido del mundo para encontrar mejor la presencia de Dios en todas partes, al tiempo que los monasterios suelen ser luminosos para la humanidad, lugares de retiro y de paz, para poder escuchar y hacer caso de la voz de Dios. Los monasterios son oasis para la humanidad.

En este Año Jubilar Teresiano, se nos propone como lema la invitación de Sta. Teresa de Jesús, «Solo quiero que le miréis a Él». Se inspira en su poema: «Alma, buscarte has en Mí, y en Mí buscarme has en ti” que termina diciendo: “Fuera de ti no hay buscarme, porque para hallarme a Mí, bastará sólo llamarme, que a ti iré sin tardarme, y a Mí buscarme has en ti.” Bellísimos y profundos versos que nos ayudan a entender que para buscar al Señor, no es necesario correr afuera, sino que Él ya habita dentro de nosotros mismos. ¡Mirémosle, pues, a Él!

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