Celebramos la fiesta del gran apóstol, hijo del trueno, Santiago, hermano de Juan, y que según la tradición evangelizó los extremos occidentales de la tierra entonces conocida. Quizás trabajadas y coloreadas por la leyenda, pero todos los pueblos y las comunidades necesitamos «tradiciones» que nos ayuden a ser lo que somos. El sepulcro de Santiago el Mayor, que según la tradición está en Compostela de Galicia, continúa atrayendo millones de peregrinos. Este 2021 es Año Santo, que el Papa Francisco ha permitido que se prolongue durante todo el 2022, debido a la pandemia. Muchos van buscando el perdón, la conversión, la espiritualidad que el mundo de cada día y de a ras de tierra no les acaba de ofrecer. El apóstol Santiago fue uno de los amigos íntimos del Señor, llamado a los inicios de su predicación, y fue testigo de los grandes signos de Jesús. Él le vio transfigurado en el monte Tabor, y después de la Resurrección lo anunció con valentía y dio la vida por Cristo, lleno de celo y de generosidad.
La Diócesis de Urgell fue lugar de paso hacia su sepulcro en Compostela. Uno de los caminos entraba por la Cerdanya y pasaba por La Seu d’Urgell, como lo atestigua el antiguo hospital de peregrinos, en la calle de los Canónigos, con las conchas de la Casa Roger del siglo XIV. Y en Ponts está bien señalizado el tramo del Camino de Santiago llamado «camino del Segre». Asimismo, en Lleida se mantiene viva la tradición que el peregrino Santiago fue ayudado en su misión por un ángel que le extrajo un pincho que tenía clavado en el pie, y los niños aún acuden con los farolillos para quitar todas las espinas que se nos incrustan a lo largo del camino de la vida… También es conocida la tradición que habría sido en Zaragoza donde el apóstol fue alentado por la Virgen en momentos de desfallecimiento apostólico. María siempre está cerca de los apóstoles y evangelizadores para fortalecerlos cuando desfallecen.
El Espíritu Santo, que descendió como un fuego sobre el apóstol Santiago, sobre los Doce y la Virgen María reunidos en el Cenáculo, nos empuja ahora a salir hacia nuestro mundo para transformarlo según los criterios del Reino de Dios. Por el bautismo fuimos hechos testigos de Jesús. Humildes, pobres, con medios escasos, con dificultades diferentes en cada época de la historia… es cierto. Pero con una fuerza nueva, que viene de Dios y que todo lo puede. Es el Espíritu Santo quien continúa transformando pobres hombres y mujeres, haciéndolos testigos creíbles de Jesucristo y de su Evangelio. Y el signo es el camino eclesial que vamos recorriendo entre todos.
Aunque sea sólo espiritualmente, hagámonos también peregrinos de fe, y peregrinemos hoy hasta Compostela, en este Año Santo, para recibir gracia y misericordia. El fenómeno del camino de Santiago se ha revelado sorprendente e iluminador del misterio de la persona y de su búsqueda religiosa. Todo cristiano es siempre un peregrino, hasta que llegará a la meta, que es la Casa del Padre. Busquemos, pues, sin cansarnos ni desfallecer. No nos dejemos vencer por el miedo. Perseveremos en el camino de la fe emprendido, sabiendo que Jesús camina con nosotros y nos guía. Él mismo se ha hecho camino. Él mismo guía a los caminantes.
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