El pasado día 10 de agosto se cumplían 800 años de que, en el Hospital de Sta. Eulalia de la Catedral de Barcelona, se fundase la Orden de la Virgen de la Merced de la redención de cautivos, la primera Orden dedicada a la Virgen María en la Iglesia. Hacemos acción de gracias por estos largos 800 años de liberación, cuidados y acompañamiento de los privados de libertad. A ello estamos especialmente urgidos los cristianos de Cataluña, ya que fue un catalán, S. Pedro Nolasco, quien acogió la voz de María y respondió a una necesidad de caridad y misericordia.
El carisma mercedario brota cuando un joven mercader, Pedro Nolasco, nacido cerca de Barcelona, capta una llamada especial de Dios al ver las miserias e injusticias del mundo donde vivía y, consciente de que Dios lo llamaba, empezó un nuevo camino para luchar por la libertad de los cristianos que habían abandonado la religión y, sobre todo, de aquellos que, en situación de esclavitud en países musulmanes, estaban en peligro de perder la fe. Sería la Virgen María quien, en la madrugada del 2 de agosto de 1218, «descendió» a Barcelona para darle un mensaje: «Por voluntad de mi Santísimo Hijo y mía, funda en el mundo una Orden que, en mi honor, que deberá llamarse Orden de la Virgen de la Merced de la redención de cautivos». Y a los pocos días la Orden fue fundada con la participación del rey Jaime I de Aragón y ante el obispo de la ciudad, Berenguer de Palou II, que la protegió. Llevarían el escudo de la Catedral, la cruz, y las armas del Rey, las cuatro barras, por todas partes del mundo. Entregaban sus bienes y su vida para redimir cautivos como obra máxima de misericordia: «Estuve en la cárcel y me visitasteis» (Mt 25,36). Nacía así el «Ideal de la Merced» que María impulsa para redimir cautivos, no con las armas sino con la oración, la negociación y, si conviene, con la donación de la propia libertad a cambio de la de los hermanos encarcelados. Paz y diálogo, convicciones propias y acercamiento a los enemigos, respeto por la libertad religiosa y búsqueda de la transformación del otro, del que nos oprime, del que ha delinquido, del que nos critica o nos hace daño. Es un ideal muy actual.
María, Madre de Misericordia, se convierte en Madre de la Merced, redentora de paz y de pacto, dadora de libertad y dignificadora de sus hijos más oprimidos. La Orden añade un cuarto voto de la merced, por el que los mercedarios se entregarían como rehenes si fuera necesario, a fin de salvar la vida y la fe del cristiano cautivo. Serán semejanza de Cristo, que entregó su vida para redimir el mundo. Con el transcurso de la historia, en respuesta a las nuevas esclavitudes y según las necesidades de la Iglesia, además de su acción redentora, los Mercedarios han asumido una serie de ministerios caritativos y apostólicos, actualizando la misión redentora que S. Pedro Nolasco y la Virgen de la Merced les legaron. Hoy la familia mercedaria está formada por más de 12 ramas masculinas y femeninas activas en todo el mundo en centros penitenciarios, en recuperación social de los presos y sus familias, y en otras acciones de pastoral de la caridad.
Viviendo la acción de gracias por estos 800 años de siembra evangélica de un catalán universal, acojamos también nosotros este ideal de la Merced, modelo de pacto pacífico y pacificador, con la Virgen de la Merced en el centro, y busquemos ser, por la fe y las obras, redentores de los hermanos privados de libertad y sin esperanza, que quizás viven alejados de Dios, en las nuevas periferias de la cautividad.
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