50 años de «Justicia y Paz» entre nosotros

A pocos días de ser elegido Papa, san Juan Pablo II se dirigió a “Iustitia et Pax” (11.11.1978) con unas emotivas palabras: “Queridos amigos: Cuento con vosotros, cuento con la Pontificia Comisión Iustitia et Pax para que me ayudéis y ayudéis a la Iglesia entera a dirigir de nuevo a los hombres de nuestro tiempo, con insistencia y urgencia, el llamamiento que les hice al comenzar mi ministerio romano y universal el pasado 22 de octubre: “¡No tengáis miedo! ¡Abrid!, más todavía, ¡abrid de par en par las puertas a Cristo! ¡Abrid a su potestad salvadora los confines de los estados, los sistemas económicos y políticos, los extensos campos de la cultura, la civilización y el desarrollo! ¡No tengáis miedo! Cristo conoce lo que hay dentro del hombre. ¡Sólo Él lo conoce! Vivimos en unos tiempos en que todo debería impulsar y empujar a la «apertura»: el sentir vivamente la solidaridad universal entre los hombres y los pueblos, la necesidad de salvaguardar el ambiente y el patrimonio común de la humanidad, la urgencia de reducir el volumen y la amenaza mortal de los armamentos, el deber de arrancar de la miseria a millones de hombres que, con los medios para llevar una vida decorosa, encontrarían la posibilidad de aportar energías nuevas al esfuerzo común”.

El Concilio Vaticano II había formulado claramente el deseo de que fuera creado «un organismo universal de la Iglesia que tenga como función estimular a la comunidad católica para promover el desarrollo de los países pobres y la justicia social internacional» (GS 90). Y para responder adecuadamente a este deseo, Pablo VI instituyó, el 6.1.1967 la Pontificia Comisión «Iustitia et Pax». «Justicia y Paz es su nombre y su programa», escribía Pablo VI dos meses más tarde en Populorum Progressio. Fue un Consejo Pontificio y el Papa Francisco la ha incluido recientemente en el “Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral”. Barcelona, adelantándose a todos, creó hace ya 50 años, la Comisión diocesana “Justícia i Pau” que ha trabajado mucho y de forma eficaz a lo largo de este tiempo y que en estos días lo están celebrando.

A nivel universal o estatal o diocesano, promueve la justicia, la paz y el respeto de los derechos humanos en el mundo, según el Evangelio y la Doctrina social de la Iglesia. Profundiza esta Doctrina, la difunde ampliamente y vela por que se aplique. Recoge informaciones y resultados de encuestas sobre la justicia y la paz, el desarrollo de los pueblos y el respeto de los derechos humanos, los evalúa y comunica las conclusiones obtenidas. Fomenta las relaciones con las asociaciones católicas y con otras instituciones, que trabajen por alcanzar estos fines. Coopera con afán para que crezca entre los pueblos una sensibilidad respecto al deber de promover la paz, especialmente con ocasión de la Jornada Mundial de la Paz de cada 1º de enero. Y ayuda a los cristianos cuando deban tratarse públicamente temas particularmente urgentes y delicados, tales como la deuda internacional, la pena de muerte, el racismo, el comercio de armas, la distribución de la tierra, el trabajo humano y el medio ambiente en la perspectiva de la Iglesia católica, o bien los aspectos y las exigencias éticas de la economía y de las actividades financieras. Por esto continúa siendo muy necesaria su labor, y debe ser escuchada su voz. Debemos contar con ellos en la Iglesia para continuar promoviendo el compromiso social que dimana de la fe cristiana.

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