Este año se celebran los 25 años de la aprobación en referéndum de la Constitución del Principado de Andorra, y este crecimiento en democracia, respeto de los derechos humanos y servicio a la modernización del país, tiene que ver con el Reino de Dios y el triunfo pascual del Resucitado. El Concilio Vaticano II afirmaba que la esperanza en una tierra nueva -en la vida eterna- “no debe amortiguar, sino más bien avivar, la preocupación de perfeccionar esta tierra, donde crece el cuerpo de la nueva familia humana (…) y aunque hay que distinguir cuidadosamente progreso temporal y crecimiento del Reino de Cristo, sin embargo, el primero, en cuanto puede contribuir a ordenar mejor la sociedad humana, interesa en gran medida al reino de Dios” (Iglesia en el mundo, Gaudium et Spes nº 39).
Seguramente la Constitución fue la mayor aportación como Copríncipe de nuestro querido Arzobispo Joan Martí Alanis (1928-2009) y un paso histórico de gigante de Andorra. Trabajada gracias a los copríncipes, el Consejo general y al Pueblo Andorrano, esta Carta Magna Andorrana dio un impulso muy grande al país y lo asentó con decisión y responsabilidad en el concierto de las naciones democráticas. Es una alegría para Andorra y también para todo nuestra Diócesis que siempre ha estado muy vinculada al Principado, debido a la peculiaridad de sus Obispos-Copríncipes que, por razones pastorales, han ejercido y ejercemos este servicio al pequeño país de los Pirineos, prestándole el servicio de ser su Jefe de Estado.
La Constitución Andorrana es el texto legal donde se plasman los principios fundamentales sobre los que descansa la organización del Estado de derecho, los límites y las facultades de este Estado, así como los deberes y derechos de los individuos y las instituciones. Es el texto que regula las instituciones básicas del país, que contiene las normas fundamentales de paz y convivencia, y que debe ser respetado por cualquier otra norma de rango inferior. Después de un largo y no fácil recorrido, finalmente el Pueblo Andorrano, con una participación del 75,74%, expresó su aceptación de la Constitución con el 74,19% de votos afirmativos. Así fue aprobada en el referéndum del 14 de marzo de 1993, ahora se acaban de cumplir 25 años. Esto hoy es historia, de la que los Andorranos se pueden sentir muy orgullosos y satisfechos. Cuando los pueblos avanzan democráticamente podemos decir que también se hace más presente el Reino de Dios que trasciende la política, claro está, pero que arraiga en la vida de los hombres y la salva.
Podemos comprender que estos 25 años no han pasado en vano, y nos sacuden los nuevos retos que hay que afrontar, que también son los retos de Europa a la que Andorra se siente bien unida y formando parte. Se hace necesario trabajar todos los europeos, también desde Andorra, por un futuro basado en la capacidad de cooperar juntos para superar recelos, desprecios o divisiones, favoreciendo siempre la paz y la comunión entre todos los pueblos del Continente. La Constitución Andorrana de 1993 asegura los valores de la libertad, la democracia, la justicia social y también del reconocimiento real y efectivo de los derechos de las personas y de su dignidad. Por eso la letra y el espíritu constitucionales ayudan a encarar el futuro del país con confianza, relanzando un nuevo humanismo con modelos económicos más inclusivos y equitativos, orientados no al disfrute de unos pocos, sino al beneficio de las personas y de toda la sociedad. Nos alegramos y damos gracias a Dios por el recorrido realizado por Andorra. Y en tiempo de Pascua no dejamos de verlo como un signo de las consecuencias de la victoria de Jesús y del triunfo de la verdad y de la justicia.
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