El amor humano y divino del Corazón de Jesucristo

La fiesta de Cristo Rey del Universo, celebrada el último domingo del tiempo litúrgico, pone de manifiesto el reconocimiento de Jesucristo como soberano y señor de toda la creación. Instituida por el Papa Pío XI en 1925, esta solemnidad no sólo quiere exaltar a Jesús como rey, sino también revelar su reinado caracterizado por un amor humano y divino que trasciende cualquier dominio terrenal. El reinado de Cristo no se basa en el poder o la supremacía, sino en el amor, la compasión y el servicio a los demás. A diferencia de la concepción humana de la realeza, a menudo asociada con la dominación y la autoridad, el reinado de Cristo Rey se manifiesta a través de la entrega y el sacrificio, especialmente ejemplificado en su muerte en la cruz. Jesús afirmó ante Pilato que su reino «no es de este mundo» (Jn 18,36), recordándonos que su liderazgo se fundamenta en la reconciliación y la redención de la humanidad, no en el control político. Este amor divino de Cristo, manifestado en su Corazón traspasado por la lanza, simboliza su profunda compasión por toda la humanidad.

La encíclica “Dilexit nos” del Papa Francisco, publicada el pasado 24 de octubre, profundiza en el significado del amor humano y divino representado en el Corazón de Jesucristo. En este documento que “es la clave para interpretar todo el Magisterio del Papa Francisco” (Mons. Bruno Forte), destaca que el Sagrado Corazón es el símbolo central para entender el amor de Dios y la misión de la Iglesia. Francisco ve en el Corazón de Cristo un llamamiento a renovar la devoción con ternura, servicio, y pasión misionera, inspirando a los cristianos a vivir y transmitir una espiritualidad auténtica, basada en la caridad y la reconciliación. Es «el símbolo más elocuente de un Dios que es Amor» y que está siempre abierto a acogernos, independientemente de nuestros fallos. Dios desea transformar nuestros corazones y hacernos participar en la construcción de una «civilización del amor», construida con justicia, paz y solidaridad.

Organizada en cinco capítulos, la encíclica recuerda que el culto al Sagrado Corazón de Jesús incluye tanto la devoción personal como la misión colectiva de la Iglesia por propagar el amor de Dios. Habla de la importancia del corazón; de los gestos y palabras de Jesús; de un Corazón que amó tanto; de un amor que da de beber a la humanidad; y el quinto el amor por el amor. Según el Papa Francisco, esta devoción no es sólo individual, sino que incluye un compromiso social que fomente la paz, la justicia y la fraternidad. De este modo, la consagración al Corazón de Jesús se convierte en una expresión de la misión eclesial para transformar el mundo y extender el Reino de Dios, tal y como propusieron otros papas en enseñanzas magisteriales anteriores. Con esta encíclica, el Papa Francisco quiere resaltar la importancia del amor de Cristo en una sociedad que, a su juicio, a menudo “ha perdido el corazón” en medio de las tensiones contemporáneas como el consumismo y las desigualdades sociales, las violencias y las guerras, la indiferencia y el egoísmo sin esperanza. La fiesta de Cristo Rey nos invita a meditar sobre el destino final de la creación: la eternidad con Dios, donde Jesús reinará como “Rey de Reyes” y donde se cumplirá la promesa de la redención. Cristo Rey no es un símbolo de poder, sino la expresión definitiva de un amor redentor, capaz de acoger y elevar a toda la humanidad hacia Dios.

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