En la sociedad actual, donde el ritmo de vida es frenético y somos constantemente bombardeados por muchos estímulos y obligaciones, aprender a descansar se ha convertido en una necesidad imperativa para el bienestar físico y emocional. Y debemos aprenderlo. Jesús recomendaba a sus discípulos: “Venid vosotros a solas a un lugar despoblado a descansar un poco” (Mc 6,31).
Es importante el descanso, que no es sólo una pausa física; es una necesidad biológica que permite al cuerpo y la mente regenerarse. Sin descanso adecuado terminaremos con problemas de salud, incluyendo estrés, ansiedad, depresión e incluso enfermedades cardiovasculares. Un cerebro descansado es capaz de generar ideas nuevas y solucionar problemas con mayor eficacia. ¿Qué podemos hacer para descansar?
Hay que saber establecer unos límites digitales, reduciendo el uso de los dispositivos electrónicos, especialmente antes de dormir, y realizar actividades sin pantallas. Necesitamos tener rutinas de descanso, yendo a dormir y levantándonos a la misma hora todos los días, incluso los fines de semana. Conectar con la naturaleza, pasando tiempo al aire libre, disfrutando de un paseo, haciendo jardinería o aprovechando un parque. Y reponerse espiritualmente. La renovación espiritual es tan importante como el descanso físico. Hablar con Dios, encontrar el sentido de nuestras acciones y conectar con nuestro interior para tener una paz duradera y un sentido de propósito. Hagamos reflexión personal, dedicando tiempo a pensar las cosas, para entender mejor nuestras emociones y dificultades. A algunos les ayuda escribir un diario, meditar o simplemente pasar tiempo en silencio para facilitar esa introspección. Rezar, con meditación o leyendo la Biblia, recitando algunas oraciones, o un salmo. Reduciremos el estrés y calmaremos la mente. La meditación puede ser tan simple como dedicar unos minutos al día a concentrarnos, o un cuarto de hora de oración diaria, como recomienda el tortosino S. Enrique de Ossó.
Practicar el agradecimiento, un servicio o una ayuda a alguien. Quien cultiva un sentimiento de gratitud diario se centra más en los aspectos positivos de la vida. Podemos anotar un diario de gratitud donde se valoran dos o tres cosas por las que damos gracias en ese día. Ayuda mucho el participar en algún grupo de la parroquia o en el pueblo. Formar parte de una comunidad de amigos y hermanos de fe puede proporcionar apoyo, guía y un sentido de pertenencia. Las celebraciones religiosas, los grupos de oración o los círculos de lectura espiritual u otros, pueden ser formas de conectar con otras personas con intereses similares. Y no olvidar las actividades creativas, puesto que la creatividad es una fuente poderosa de renovación espiritual: pintar, escribir, cocinar, tocar un instrumento o cualquier otra actividad artística permiten expresar nuestro yo interior y tienen un efecto terapéutico.
Rehacerse espiritualmente, aprender a descansar y desconectar es esencial para mantener un equilibrio saludable en nuestra vida. Este proceso no sólo implica cuidar el cuerpo y la mente, sino también nutrir el espíritu. Adoptando estas estrategias, podemos encontrar una paz interior más profunda y una mayor claridad de discernimiento en la vida. Recordemos que el descanso no es pérdida de tiempo, sino inversión en nuestro bienestar y en nuestra capacidad para vivir plenamente y gozar aún más de la amistad con el Señor. El verano es tiempo idóneo de prueba.