El día 2 de julio tuvo lugar la tradicional Romería de la Virgen de Montgarri, o “La Oración” de Montgarri, que año tras año reúne a los devotos y fieles de la Virgen María del Valle de Arán, los Pallars, la Ribagorza y Ariège. Este año fue presidido por el Arzobispo de Urgell Mons. Joan-Enric Vives que estuvo acompañado por el Arcipreste de la Val d’Aran, Mn. Pere Balagué y por Mn. David Codina. Asistieron las Autoridades encabezadas por la Magnífica Sra. Síndica del Valle de Arán, Sra. Maria Vergés; el Alcalde de Naut Aran, Sr. César Ruiz-Canela; algunos Magníficos Sres. Consejeros del Conselh Generau y otros Concejales y Consejeros del Valle de Arán. El grupo de Amics de Montgarri, que celebraban los 50 años de su creación, con el grupo de Peregrinos de St. Girons venidos de Ariège y una gran asamblea de fieles también participó activamente.
En su homilía con fragmentos en catalán, aranés, castellano y francés, el Arzobispo destacó el valor de la visita de la Virgen a su pariente Isabel como un signo de que también los cristianos debemos estar dispuestos a las necesidades de los nuestros hermanos, especialmente de quienes más necesidad tengan de nosotros. María nos visita también hoy a nosotros. María es la Virgen, la Theotokos, y los fieles la han amado siempre como Madre, y en muchos lugares, por recónditos que sean, los fieles han construido capillas, ermitas, iglesias para venerar a la Virgen y decirle que la queremos amar y cuidar.
El Santuario de Nuestra Señora de Montgarri, es un signo de esta estimación a María que se remonta a principios del siglo XII, con la actual la iglesia construida en el siglo XVI, que tiene al lado varias edificaciones correspondientes al antiguo hospital, la rectoría y la casa del administrador del santuario. Sufrió el conjunto muchos daños especialmente en el siglo XX.
María nos enseña cómo vencer el miedo, vivir en la fe confiada, e ir decididos hacia los hermanos que nos necesitan. Y por eso el Arzobispo puso bajo los pies de María las necesidades de nuestro mundo: la paz y la unión, el cese de las guerras y de los conflictos y violencias (como la de los últimos días en Francia) y los enfermos y quienes pasan dificultades.
Mons. Vives también destacó el valor de un encuentro, de reunirse, fraternalmente, en torno al Santuario de la Virgen: el encuentro nos hace salir de nosotros mismos para reencontrarnos con otros, los vecinos, los hermanos, quienes piensan diferente a nosotros pero que se unen al encuentro que está abierto a todos, sin distinción. También destacó el momento Sinodal que vivimos en la Iglesia.
Finalmente el Arzobispo pidió la unidad y la caridad a las familias, a las poblaciones, para que sepamos ver a quienes conviven con nosotros como hermanos y no como enemigos a los que debemos tener miedo.
Terminada la Eucaristía, sacerdotes, autoridades y fieles acompañaron a la imagen de la Virgen en procesión, precedidos según costumbre en el Valle, con la bandera y la cruz, y los cantos devotos hasta el lugar donde la tradición narra que fue encontrada la imagen por un toro y los pastores. Allí tuvo lugar el rezo del Ángelus.
Posteriormente en un amplio prado vecino fue bendecida y distribuida a todo el mundo «la caridad», es decir las 1.800 raciones de pan, queso y vino con las que el Ayuntamiento obsequia a los peregrinos que vienen tan numerosos y perseverantes de todo el Valle de Arán y de ambos lados del Pirineo, y que significa el tradicional compartir y la solidaridad que debemos tener quienes participamos de toda fiesta cristiana, especialmente de la Eucaristía.