Orar más en Cuaresma

En todo momento debemos orar pero durante la Cuaresma deberíamos hacer un esfuerzo para destinar más tiempo e interés. No sólo rezar oraciones, sino encontrar momentos para «hablar con Dios, amándolo», como Moisés hablaba, «cara a cara, como un amigo habla con su amigo» (Ex 33,11). Y, ¿qué es orar? «Es un intercambio de amor», decía el teólogo Romano Guardini; es «pensar en Jesús, amándolo», explicaba el beato Carlos de Foucauld. Orar “es tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos que nos ama», escribía Sta. Teresa de Jesús. Y la definición tan bella de Sta. Teresita del Niño Jesús, que recoge el Catecismo (CEC 2.558): «La oración es un impulso del corazón, es una simple mirada dirigida al cielo, es un grito de reconocimiento y de amor tanto en la prueba como en la alegría». Podemos decir que es la respiración de la fe y del compromiso; la relación personal con Dios desde el seguimiento de Cristo.

He aquí algunas formas sencillas de orar para ser perseverantes:

1.    La Eucaristía.- Vivamos la Eucaristía como la gran oración de Jesús al Padre, por obra del Espíritu Santo, y de la Iglesia al Padre… Y adoremos la Eucaristía, visitemos al Santísimo ”reservado” en el sagrario de nuestras iglesias, donde nos espera para que le recemos, adorándole, escuchándole con fervor.

2.    La Liturgia de las Horas  que es la oración pública y oficial de la Iglesia. En cada miembro ora todo el Cuerpo, para bien de todos y del mundo. Laudes y Vísperas especialmente, que alternan salmos, lecturas, peticiones e himnos.

3.    La oración vocal, con fórmulas ya redactadas. La más importante el Padrenuestro –que nos viene de Jesús-, y también el Avemaría, el rosario, el ángelus, el viacrucis, las jaculatorias. Tienen gran tradición en la Iglesia y han alimentado el pueblo cristiano a lo largo de los siglos. En todas estas oraciones, buscar tener la intención que debe acompañar las palabras.

4.    La lectura espiritual (o lectio divina), que reza rumiando el texto de la Escritura, escuchando a Dios en su Palabra. Leer el texto entero, luego por versículos, meditarlo y pensar lo que me dice ese texto o palabra, pensándola, trasladando el texto hacia mí y yo hacia el texto. Y orar, elevando los afectos al Señor, haciendo que resuene la voz del Espíritu. Terminar con una petición.

5.    Hablar con Dios desde la vida. Ya que Dios está presente en todas partes y en toda situación, la vida es lugar de encuentro. Es la oración de la persona activa, que durante un día vive tantas cosas que hay que tener tiempo de «re-verlas» y «contemplarlas», unidos al Señor.

·         Por la noche, pensar de qué debo dar gracias hoy, de qué debo pedir perdón, por quién debo interceder…

·         Con simplicidad desde el momento en que hago oración hacia atrás, observar; viéndome en las situaciones; mirando a los demás, sin aprobar ni condenar. Viendo a Dios presente en esta vida concreta. Se irán imponiendo acciones de gracias, peticiones, súplicas… Y la conversión que Dios nos pide.

·         Lo mismo, pero fijándome sólo en las personas, en los rostros, viendo en ellos el rostro de Dios. Pensando en cada persona, en sus necesidades, problemas… Adorando a Cristo en cada persona que he tratado.

·         Por la mañana con la agenda o el plan del día delante, ofreciendo lo que vendrá, pensar en las personas con las que me encontraré, la esperanza que necesitaré… Luego, al vivirlo, descubriremos que Dios se nos hace más presente.

Se trata de que no nos cansemos de orar y no caigamos en la rutina.

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