«Mater Misericordiae», «Mater Spei» y «Solacium migrantium», que mientras esperamos una traducción oficial aprobada por la Santa Sede, podemos traducir como «Madre de la Misericordia«, «Madre de la Esperanza«, y «Consuelo de los migrantes» son las tres nuevas invocaciones marianas incluidas recientemente, por voluntad del Papa Francisco, en la lista de las Letanías lauretanas, que sobre todo decimos al acabar el santo Rosario. Eran hasta ahora 52 invocaciones -desde Sta. María, hasta Reina de la Paz-, y a partir de ahora serán 55 invocaciones, todas de alabanza, de súplica y de ternura para con nuestra Madre del cielo.
Desde la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos se han presentado las tres nuevas invocaciones como «oraciones vinculadas a la actualidad de la vida». Y afirman que «son incontables los títulos e invocaciones que la piedad cristiana, a lo largo de los siglos, ha reservado a la Virgen, camino privilegiado y seguro para el encuentro con Cristo». También se ha especificado el lugar de la lista donde habrá que situarlas: la primera invocación irá tras Mater Ecclesiae, Madre de la Iglesia; la segunda después de Mater divinae gratiae, Madre de la divina gracia; y la tercera después de Refugium peccatorum, Refugio de los pecadores.
Las letanías son una rogativa o súplica que se hace a Dios poniendo por mediador a Jesucristo, e invocando a la Virgen María y los Santos. Son procesionales y se rezan con aclamación y respuesta. Las letanías más antiguas después de las de los Santos son las de la Virgen. Llamadas «lauretanas», por el Santuario de la Santa Casa de Loreto (Italia) que las hizo famosas, fueron aprobadas por el Papa Sixto V en 1587 y luego Clemente VIII las ratificó. Varios Papas han incluido invocaciones a las Letanías. El más reciente fue S. Juan Pablo II que añadió la invocación a la «Madre de la familia».
Las letanías son una forma recomendada de oración a Santa María, con una larga serie de invocaciones dirigidas a la Virgen, que, al sucederse una a otra de manera uniforme, crean un flujo de oración caracterizado por una insistente alabanza-súplica. En el Rito Romano hay dos formularios de letanías: las lauretanas, muy estimadas por los Papas, y las letanías para la coronación de una imagen de la Virgen. Si se quieren tomar en consideración otros formularios antiguos o nuevos será necesario que resulten notables por su solidez estructural y la belleza de sus invocaciones. Por más que desde León XIII concluyan la recitación del Rosario, son un acto de culto por sí mismas y pueden ser rezadas ellas solas, ya que pueden ser el elemento fundamental de un homenaje a la Virgen, un canto procesional, formar parte de una celebración de la Palabra o de otras estructuras cultuales (Cf. Directorio sobre la piedad popular y la liturgia del año 2002, nº 203).
Las Letanías tienen una fuerte conexión con los momentos de la vida de la Iglesia y la humanidad. En los actuales momentos de pandemia, marcados por razones de incertidumbre y desconcierto, el recurso lleno de afecto y confianza a la Virgen María, y sobre todo cuando lo unimos al rezo del Rosario, será de gran ayuda para el pueblo de Dios, sobre todo cuando invocaremos a la Madre de la misericordia y de la esperanza, que es consuelo y ayuda de los migrantes y consuelo de los afligidos.
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