Pascua es alegría profunda porque Cristo Resucitado ha vencido el mal y el pecado, ha abierto el cielo nuevo y la tierra nueva, y ha comunicado el Espíritu Santo a sus amigos y discípulos, haciéndolos participar de su misma vida divina y de su santidad. Él es santo y nos santifica a nosotros. Sólo por esto y gracias al bautismo, podemos llamarnos «santos» (así se dirige S. Pablo a los fieles de las Iglesias a las que escribe) y en la tradición de la Iglesia llamamos «santos» a la Virgen María (a quien honramos con el título de «Santísima») y a todos los santos y santas de Dios, que ya viven glorificados con el Señor y pueden interceder por nosotros. Y es bello pensar en los santos «de la puerta de al lado», como le gusta llamar al Papa Francisco la santidad cotidiana y humilde, escondida a los hombres pero no a Dios. Los santos son la Iglesia «triunfante» que brilla como meta de nuestro propio camino y nos atrae a la unión definitiva con Dios, por el amor.
En este domingo pascual podemos compartir muchos motivos de alegría, a pesar de que el dolor de la pandemia persista, con tantísimos enfermos y personas traspasadas en todo el mundo, y a pesar de que no cese la amenaza de la infección. Continuemos perseverantes en las medidas de prevención que nos reclaman las autoridades, aconsejadas por los científicos. Pero en nuestros corazones, mantengámonos firmes en la confianza y el convencimiento de que, pase lo que pase, y siempre, «somos del Señor, somos su pueblo y ovejas de su rebaño» (Sal 99,3) y que los cristianos debemos vivir en la alegría del Evangelio porque hemos recibido una gran promesa, que «nadie os quitará vuestra alegría» (Jn 16,22).
Vivamos en la alegría y que nada ni nadie nos la eche a perder. Tampoco la epidemia que estamos sufriendo. No nos dejemos vencer por el miedo, la angustia, los temores ante un futuro incierto. Es natural que esta situación nos asuste; somos humanos. Pero el creyente está arraigado en una sólida esperanza que es el Señor. Cristo Resucitado continúa reuniéndonos, aunque de momento sea de forma no presencial, pero sí bien real. Él vive dentro de nosotros, en la Iglesia doméstica, en el prójimo. Este año podemos redescubrir mejor que Cristo vive en nuestro corazón, y está a gusto, porque es Amigo nuestro, y nos quita los miedos y nos consuela para que tengamos Paz y Alegría, y las comuniquemos a todos. La Pascua es la misericordia de Dios llegando definitivamente al mundo. «El siglo XXI debe ser el siglo de la misericordia», dice el Papa Francisco.
Deseo, en concreto, que viváis la alegría por nuestros Patronos: S. Jorge, el pasado día 23, fiesta hoy tan popular, día de amor y de cultura, vivida de forma diferente, y que nos anima, como a los mártires, a dar la vida por Cristo, defendiendo a los afligidos y a los que no tienen protector. Y mañana día 27 de abril celebramos la fiesta de la Patrona y Señora de los catalanes, la Virgen de Montserrat, en todas partes tan venerada y querida, Moreneta encantadora, que acoge nuestros ruegos, y que nos es «de los catalanes princesa y de los españoles estrella de Oriente… pilar de fortaleza y puerto de salvación», como cantan los versos inspirados del «Virolai» de Mn. Cinto Verdaguer (1880). Cantémoslo todos estos días con fe y añoranza, visitando espiritualmente la Santa Cueva con amor filial. Oremos con la Visita espiritual que compuso el Venerable Dr. Josep Torras i Bages, obispo de Vic y actualmente en proceso de beatificación, quizás la más famosa y popular. ¡Que tengáis Santa Pascua y gozosa fiesta de nuestros Patronos!
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