Misioneros de la Esperanza: Los migrantes, testigos que nos interpelan

En la celebración de la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, el Santo Padre nos invita a reflexionar bajo el lema “Misioneros de la Esperanza”. Esta es una invitación a cambiar la mirada: de ver las migraciones como un simple drama o desafío, a descubrir en ellas una llamada a la conversión del corazón y una oportunidad para anunciar la Esperanza que es Cristo.

En los rostros cansados pero llenos de determinación de hombres, mujeres y niños que abandonan su tierra y su hogar, hay una profunda lección de valentía. No son solo receptores de nuestra caridad, sino auténticos testigos de esperanza. Este es el cambio de mirada que nos propone el Papa. Con su vida, nos muestran que es posible enfrentarse al abismo del miedo y la incertidumbre, si se hace con la llama viva de la esperanza en un futuro mejor. Las personas migrantes creen en la vida con tanta fuerza que son capaces de emprender viajes peligrosos, confiando en que, en algún lugar, habrá una mano tendida, una oportunidad de paz y una vida digna para su familia.

Y la mano tendida de la Iglesia se manifiesta con grandes esfuerzos por crear hogares acogedores: pequeñas iniciativas, silenciosas, pero muy activas, que, desde el reconocimiento de la dignidad de las personas, desarrollan proyectos, talleres, grupos de apoyo y ayuda mutua. Desde nuestras parroquias urgellenses vivimos la riqueza que nos aporta la integración cotidiana de nuevas personas y familias en nuestras comunidades. Lo hacemos con acompañamiento humano, espiritual y con apoyo diario.

En realidad, esta esperanza que los migrantes encarnan es un regalo para nuestras comunidades, evitando así la comodidad y el individualismo. Su tenacidad y sus ganas de salir adelante nos interpelan. Su fe en la humanidad cuestiona nuestros miedos, nuestra falta de fe y nuestras cerrazones. Su capacidad de empezar de cero nos habla de resiliencia y de confianza en la Providencia, un Dios que nos ama y que por eso nos ha creado.

Los migrantes nos evangelizan: somos peregrinos en este mundo, que nuestra verdadera patria es el cielo, y que hemos de caminar unos al lado de los otros como hermanos. Nuestra respuesta, como comunidad cristiana, no puede ser otra que la de convertirnos también nosotros en “Misioneros de la Esperanza” a su lado.

Nuestra Iglesia diocesana acoge con el corazón abierto, sin prejuicios, venciendo la cultura de la indiferencia. Busquemos juntos la protección de los más vulnerables, mostremos las injusticias que los obligan a huir y defendamos su dignidad inviolable; y, al mismo tiempo, desde las parroquias y comunidades, procuremos su integración con respeto, valorando la riqueza cultural y espiritual que traen consigo, invitándolos e integrándolos en nuestras celebraciones y Eucaristías dominicales.

La integración social pasa también por la integración en la comunidad cristiana y así ofrecemos la esperanza de un presente y un futuro lleno de un Amor que nos envuelve.

De vuestro servidor,

✠ Josep-Lluís Serrano
Bisbe d’Urgell

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