El «Congreso de laicos 2020, Pueblo de Dios en salida», convocado por la Conferencia Episcopal Española como culminación de su Plan pastoral, reunió en Madrid a 2.200 personas de todas las Diócesis y movimientos laicales, los días 14 al 16 de febrero. Desde Urgell participamos doce personas y yo mismo. Fue una experiencia eclesial muy gozosa y que nos llenó a todos, en la que hemos podido captar el paso y la acción del Espíritu en tantos y tantos de los presentes. Se había dado un proceso sinodal, entre todos, que reclama ahora una continuidad en la vida de las Diócesis. Y lo intentaremos también en Urgell. Empezamos un proceso que continúa abierto y nos exige seguir caminando como Pueblo de Dios en salida. Un proceso guiado por el Espíritu, presente desde el principio de los trabajos del Congreso.
La intención es impulsar la conversión pastoral y misionera de los laicos dentro del pueblo de Dios, para dar voz al laicado, asociado y no asociado. El ambiente, la alegría entre todos, el respeto por el pensamiento diverso, la acogida y la escucha, la suma entre todos, la complementariedad de servicios y misiones, la receptividad… han sido una experiencia sorprendente, y que no parecía fácil, si atendemos a la historia más reciente de este tipo de encuentros y las dificultades para caminar juntos. Dios inspira esta obra de comunión y de misión. Se han sembrado las semillas necesarias para renovar y dinamizar el laicado, y ahora esperamos que dará sus frutos.
La ponencia final lo reflejaba bien, con un doble objetivo: por un lado, presentar las aportaciones de los Grupos de Reflexión tras el recorrido de los 4 itinerarios que habían constituido el eje central de Congreso; y por otro, ofrecer un escenario de futuro inmediato que permita profundizar en las prioridades que, en un ejercicio de sinodalidad, se han podido identificar durante este proceso.
Nuevos retos, para ser sal y luz, Iglesia misericordiosa, acogedora y abierta al mundo de hoy y, sobre todo Iglesia fiel a Jesús y a su Evangelio. Hay que salir hacia las periferias, diálogo y encuentro, vivir desde la oración y los sacramentos, apertura a los que buscan, cultivar las semillas de la Palabra, cercanía a los pobres y a los que sufren, anunciar el Evangelio y estar a gusto con el pueblo. Quizá se haya podido encontrar un lenguaje laical común. Se ha insistido en la vocación y en el protagonismo del laicado, que debe encontrar caminos de participación eclesial, siempre en clave de misión y no de poder; y al mismo tiempo se ha abierto un proceso guiado por el Espíritu. También se pidió dar respuesta a las 3 preguntas iniciales: ¿Qué actitudes debemos convertir? ¿Qué procesos debemos activar? Y qué proyectos podemos proponer?, teniendo en cuenta los 4 itinerarios del Congreso: el primer anuncio, el acompañamiento, los procesos formativos y la presencia en la vida pública, que marcarán el trabajo pastoral del futuro, ya que expresan la misión encomendada como cristianos. Será fundamental pasar de una pastoral de mantenimiento a una pastoral de misión, con procesos y proyectos pastorales renovados, con acompañamiento real, grupos y escuelas de formación en la fe, y procesos de diálogo con la sociedad civil, cuidando el acompañamiento de quienes se comprometan. Ser Pueblo de Dios en salida supone que nuestra fe adquiere todo su sentido cuando somos capaces de compartirla con los que están a nuestro alrededor. El Congreso finalizó en cierto sentido de forma abierta, y está llamado a constituir el punto de partida de nuevos caminos para el laicado en comunión. ¡Habrá dejarse guiar por el Espíritu!
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