¡Jesús vive y te quiere vivo!

Dentro de la Pascua, la Iglesia nos propone en este domingo, celebrar una Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, por todas las vocaciones. Acoger a Cristo Resucitado como Buen Pastor, nos revela que somos un pueblo recreado por la gracia de la Pascua y que en su interior el Espíritu Santo distribuye dones y carismas, vocaciones y misiones. Orar por las vocaciones será siempre un deber para el discípulo de Jesús, ya que el Maestro así nos lo mandó, que orásemos al Dueño de la mies que enviara más trabajadores, ya que la cosecha es abundante, pero carecemos de manos generosas. Hagámoslo, pues, con amor y perseverancia, ya que necesitamos o que, sobre todo los niños y los jóvenes, pero también los adultos y los ancianos, todos, escuchemos y respondamos con generosidad las llamadas del Buen Pastor. Él quiere que su vida inunde nuestras vidas, y que las transformemos, ofreciéndolas, en instrumentos para que Él pueda actuar en medio del mundo. En cada generación, el Espíritu Santo pasa por el corazón de todos los cristianos y engendra apóstoles, maestros, sacerdotes, consagrados, orantes, laicos comprometidos, familias, portadores de esperanza y de vida, misioneros, educadores… que prolonguen y extiendan la misma misión del Hijo de Dios en todas las épocas y en todos los rincones del mundo: «Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo» (Jn 20, 21).

“¡Jesús vivo y te quiere vivo!«, es el lema de la Jornada de Oración por las vocaciones de este año. Se hace eco de la llamada vocacional a todos, pero especialmente a los jóvenes, que el Papa Francisco dirigió con su Exhortación postsinodal «Cristo vive» (marzo 2019). ¡Es tan importante vivir la vida como vocación! Estos días de pandemia hemos podido redescubrir que muchas profesiones, sin un sentido vocacional de generosidad, hasta de heroicidad, no se sostienen. No se trata de trabajar para ganar dinero o de pasar la vida sin un objetivo por el que valga la pena darla, «perderla», dice Jesús. Orar por las vocaciones significa pedir que todos, a la edad que sea, nos abramos a dar la vida por causas grandes e importantes, según lo que Dios a través de las circunstancias de cada uno, nos hace llegar. Su llamada puede ser directa, por supuesto, pero normalmente Dios se sirve de personas, eventos, hasta fracasos, para zarandear la persona y hacerla crecer, con un deseo de servicio y de amor. Esto es lo que pedimos para nuestra sociedad, para que, una vez terminada la pandemia, no volvamos a una vida lánguida, egoísta, consumidora o globalizada de indiferencia, sino que salgamos fortalecidos en el anhelo de solidaridad y de servicio, y así lo esperamos, de búsqueda de la verdad y con sed de infinito. Se trata de desescalar el egoísmo. Que desde el amor concreto y entregado de cada día alcemos la mirada y el corazón hacia Dios, con el compromiso firme de hacer más caso de lo que Él quiere y espera de cada uno de nosotros.

En este mes de mayo que empezamos, confiémonos como siempre a nuestra Madre, la Virgen María, para que nos guíe por el camino de la respuesta siempre más grande de amor a Dios y a los hermanos que, como Ella hizo, también nosotros pongamos toda nuestra disponibilidad en cumplir la voluntad de Dios en nuestras vidas. La Virgen que acompañó y sostuvo a los Apóstoles en los inicios de la Iglesia, también nos acompaña y sostiene en estos momentos, para vivir con fe en la pandemia, y para salir fortalecidos en el amor a Dios y la solidaridad hacia los que sufren. ¡Buen mes de María!

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