La respuesta está en el amor

Queridos amigos N. y N., queridos padres i demás familiares, muy apreciados asistentes todos:

Nos hemos reunido para celebrar la fiesta del amor. En ella tenemos unos protagonistas: un joven y una joven que han descubierto el tesoro escondido y quieren consolidarlo, no solamente en medio de la sociedad en la cual viven, sino sobre todo, en la presencia de Dios en su santo templo y ante la mirada amiga de la comunidad de creyentes. Nuestra enhorabuena porque vuestro expresivo gesto manifiesta vuestra decisión y compromiso de llevar la empresa de vuestra vida a buen término. Es decir, amigos, que habéis hecho una opción firme por la felicidad, puesto que un proyecto de amor, llevado al éxito, equivale a coronar una vida felizmente; como, por el contrario, un fracaso en el proyecto de amor, significa caer irremisiblemente en el abismo de la infelicidad.

El amor es la respuesta a la necesidad más básica de la vida humana. En nuestra vida diaria y vulgar, por ejemplo, tener a alguien a quien amar y, a la inversa, sentirse amado por alguien, nos es más necesario que el pan. Amor de padres a hijos y viceversa, de hermanos, de amigos, el amor de pareja eminentemente, cumple la misión de dar sentido a la vida. Algunos, más generosos, son capaces de amar a todo el mundo y de compartir su vida y sus bienes con los más necesitados. Estos últimos han escogida la mejor parte.

Donde el amor, con todo, alcanza su dimensión más humana y comprometida es en el matrimonio, donde el hombre y la mujer se dan el uno al otro incondicionalmente, en un proyecto de vida común. En una ocasión una pareja se presentó en la iglesia montados ambos en una bicicleta para dos. Lo vi como un gesto realmente simbólico: en adelante ya no va a ir cada uno a su antojo, sino que hará falta elegir un mismo destino y marcar el mismo ritmo, de común acuerdo.

En el matrimonio hay un enriquecimiento personal, en el sentido de que cada uno recibe lo mejor del otro, que le es dado generosamente. Se da también, aparentemente un pequeño empobrecimiento, por cuanto cada uno pierde una pequeña parte de su libertad, que es cedida al otro. El balance final es altamente positivo, por el hecho de que dos vida se unirán íntimamente en una sola, según aquello del Génesis: «Serán los dos una sola carne«.

Es, ni más ni menos, el ideal al que tenéis derecho a aspirar y que estará al alcance de vuestra mano, si entendéis y asimiláis bien el sentido profundo del amor. ¿Cuál es este sentido profundo? Lo hallaréis despojándoos del hábito egoísta con que solemos confundir el amor. Amor verdadero no es recibir, sino dar. Cuanto más dé y se dé el uno al otro, más y mejor amor tendréis, más crecerá, más se purificará. Será como árbol plantado a la vera de la corriente de las aguas, que da frondosidad y frutos todos los tiempos del año.

Os será de utilidad releer con frecuencia el fragmento que hemos escuchado de la carta a los Corintios: «El amor es comprensivo, el amor es servicial (…), el amor no presume ni se engríe; no es maleducado ni egoísta, no se irrita, no lleva cuentas del mal (…), sino que goza con la verdad (…). Disculpa sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites«. Con estas condiciones, «el amor no pasa nunca»

Es emocionante pensar que el amor de N. y N. no pasará nunca. Por el contrario: irá creciendo y madurando, en la medida en que descubran mutuamente sus riquezas interiores y aprendan a darse el uno al otro con mayor generosidad. Este proceso les dará a entender que lo más importante de la vida de cada un es el otro y que todo lo demás viene en segundo o tercer lugar. Si queréis una mayor garantía para vuestro proyecto de amor, acogeos a las palabras de Jesús: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser«. Porque Dios es la única fuente del verdadero amor: «Dios es amor» y todo otro amor viene de Dios. ¿Habéis pensado que el amor que os tenéis viene de Dios? Manteneos en la presencia de Dios por la fe y cultivad los signos de una verdadera relación con él, por amor. La relación con Dios se manifiesta con la plegaria del corazón, cada uno a su manera, y con la práctica comunitaria de la Iglesia, siempre que sea posible. Si mantenéis vivo y fresco vuestro amor personal a Dios, encontraréis siempre los medios para fomentar y vivir con intensidad vuestro amor de pareja.

Os lo deseamos de corazón y oramos para que os sea siempre posible.

Lecturas:

  • 1 Cor 12, 31 – 13, 8a
  • Salmo 111, 1 – 2. 3 – 4. 5 – 7a. 7bc -8 -. 9
  • Mt 22, 35 – 40