Domingo VI de Pascua (A)

Hermanos en el Señor Jesús:

Amar a Dios es el primero y el más grande de los mandamientos. Antes que un mandamiento es una necesidad que emana de nuestro mismo ser, puesto que hemos sido hechos para amar y para ser amados, a nuestra vez. Esta segunda parte viene cumplida desde el inicio de nuestras vidas, porque es desde entonces -y antes- que somos amados por Dios a su infinita manera. Pero ¿y nuestra parte? El pez está hecho para vivir en el agua y nadar. Si lo sacamos de ese medio o le cortamos las aletas, muere. De semejante manera, nosotros, si no amásemos a Dios, moriríamos espiritualmente.

Por otra parte, nos es difícil amar a Dios a quien no vemos y, ni siquiera somos capaces de amarle adecuadamente. Para salir al paso de este grave problema, Dios se ha acercado y empequeñecido; se ha hecho uno de nosotros: Quien me ve a mi -dice Jesús- ve también a mi Padre. Jesús, según los Evangelios, es tan Dios como hombre y tan hombre como Dios; por lo que, amar al hombre Jesús, es amar verdaderamente a Dios. Por esta razón Jesús nos invita a amarle a él, dándonos a entender que, si le amamos, entramos en contacto amoroso directo con Dios.

Felizmente, nosotros amamos ya a Jesús y nos agrada encontrarnos con él en la palabra y los sacramentos. En el mejor de los casos, hasta hemos aprendido a reconocerle en el rostro de los hermanos y, de vez en cuando, nos acordamos de que todo lo que hacemos a uno de nuestros semejantes, por pequeño que sea, lo hacemos al mismo Jesús.

Ahora bien, el primer mandamiento nos pide que amemos a Dios sobre todas las cosas; que nuestro amor a Dios no sea un amor más, sino el amor de nuestra vida. Hoy Jesús, en el Evangelio, nos ha hablado confidencialmente y nos ha enseñado como podemos mostrarle plenamente nuestro amor: Si me amáis, -ha dicho- guardaréis mis mandamientos.

Dicho de otra manera: por amor a él, intentaremos hacer todo lo que place al Señor, aunque sea imperfectamente a causa de nuestra flaqueza. Los mandamientos nos servirán de guía para un comportamiento perfecto, de acuerdo con lo que Dios quiere y es conforme a nuestro propio ser, creciendo sin cesar en la búsqueda del amor perfecto. Nada podría ser mejor, ni más humanitario, ni causa de mayor felicidad para nosotros y para la comunidad entera, que guardar perfectamente los mandamientos por amor.

Por experiencia sabemos que guardar perfectamente los mandamientos no está a nuestro alcance, si actuamos solos. Pero Jesús mismo sale en defensa nuestra y en nuestra ayuda, cuando dice: Yo le pediré al Padre que os dé otro defensor, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo conocéis, porque vive con vosotros y está con vosotros. Llegados a este punto, acontece el más grande misterio del amor de Dios a sus criaturas : Al que me ama lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me revelaré a él.

Estos místicos pensamientos podrían ser el camino más corto para entrar en el verdadero amor de Dios, que pondría nuestras vidas al nivel del primer mandamiento y nos daría sentido y consuelo, en medio de las precariedades de la vida presente.

El Adviento: caminamos hacia la alegría y la esperanza
d’Amic e Amat
El Adviento: caminamos hacia la alegría y la esperanza
Queridos diocesanos,
querida Iglesia de Urgell,

En las vísperas de la solemnidad de la Inmaculada Concepción de María caminamos hacia una humanidad que nos hace reencontrar el sentido de ser persona humana, como recordábamos la semana pasada, y todo esto
next arrow
previous arrow

Últimas Noticias

Agenda