Domingo de Pascua (A)

Hermanos y amigos en Jesús resucitado:

Si pudiéramos tener la experiencia de los apóstoles y las mujeres en aquel primer amanecer pascual, no le pondríamos precio alguno. ¡Que divina visión la de María Magdalena, de Pedro y de Juan! Ellos que habían convivido con el Maestro siguiéndole por los caminos de Palestina durante tres años atentos a su palabra de vida, que habían sido testigos de sus milagros, comensales en la Santa Cena, y observadores mudos e impotentes de su pasión y muerte, ahora, se encuentran cara a cara con él, vivo en una dimensión gloriosa, después de haber dejado vacío el sepulcro.

El mensaje entero de Jesús se torna esclarecido y patente con su resurrección. Todo era verdad sin duda alguna: Es el Hijo de Dios, el Mesías prometido a los antiguos. El amor y la ternura de Dios Padre para con los hombres es una realidad incontestable. El Reino de Dios que con tanto entusiasmo había predicado se cumplirá entre nosotros. Dice el Evangelio: Entonces entró también el otro discípulo (Juan), el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.

A nosotros no nos es dado ver lo que los primeros discípulos vieron, pero nos sabemos sus herederos, y su fe es nuestra fe, su alegría es nuestra alegría y, como ellos, nos sentimos llamados a anunciar esta gran Buena Nueva a todo el mundo.

En esta Pascua, nos encontramos reunidos aquí para afirmar con nuestra voz y nuestras obras que Jesús vive y nos precede invitándonos a vivir su misma vida y a participar de su personal resurrección.

Los sentimientos que embargan hoy nuestros corazones son de profunda alegría y de acción de gracias, junto al compromiso irrenunciable de vivir como resucitados. Porque, como dice San Pablo a los cristianos Colosenses , nosotros ya hemos entrado de hecho en el mundo de los resucitados, por medio del Bautismo, que nos incorporó a la muerte y a la resurrección de Cristo. Y, como tales, dice San Pablo: Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra.

Cuando nos dejamos llevar por el Espíritu de Jesús que está en nosotros, somos guiados por él paso a paso a vivir y a gustar parcialmente, al ritmo de nuestra disposición, la vida nueva de resucitados, porque el Espíritu nos ayuda a cambiar el deseo y el gusto de las cosas terrenales, por el gusto y el deseo de las celestiales.

Estos son los bienes que deseo y pido para todos nosotros en este día glorioso, y os invito a que hagáis extensivo este deseo y ruego de felicidad a todos vuestros familiares y amigos.

Feliz Pascua en lo más íntimo de cada persona y de cada familia.

El Adviento: caminamos hacia la alegría y la esperanza
d’Amic e Amat
El Adviento: caminamos hacia la alegría y la esperanza
Queridos diocesanos,
querida Iglesia de Urgell,

En las vísperas de la solemnidad de la Inmaculada Concepción de María caminamos hacia una humanidad que nos hace reencontrar el sentido de ser persona humana, como recordábamos la semana pasada, y todo esto
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