El sábado 22 y el domingo 23 de junio en todas las Parroquias del Obispado se celebró con solemnidad la fiesta tan tradicional del Corpus Christi, exaltación del amor a Jesús, hecho Eucaristía, para la salvación del mundo, y manifestación de fe popular en su presencia real. En muchas parroquias tuvo lugar un Acto eucarístico al final de la misa mayor o la Procesión por algunas calles de los pueblos, con el deseo de que el Señor, saliendo del templo, visite con su presencia salvadora todos los rincones de la vida de cada día y todos los rincones de las existencias de los hombres y las mujeres.
En la Catedral de Sta. Maria de La Seu d’Urgell, al mediodía, el Arzobispo Joan-Enric, acompañado del Vicario General y Rector de la Parroquia, Mn. Ignasi Navarri, así como de Mn. Josep M. Solé y Mn. David Codina, presidió la solemne Eucaristía y la procesión por el Claustro de la Catedral de Santa María de Urgell, donde participaron un buen grupo de niños que este año habían recibido su primera comunión, así como sus familiares, religiosos de la ciudad y muchos fieles.
En la homilía Mons. Vives glosó el gran misterio que la liturgia celebra en aquella jornada: la donación del Memorial del Señor, en la Eucaristía, el mayor de los sacramentos, que da la presencia real del Señor Jesús bajo las especies sacramentales del pan y del vino. Jesús nos dejó su Cuerpo y Sangre como alimento para el camino y salud de eternidad que nos da fuerzas y nos rehace en nuestra vida. En el Evangelio de St. Juan, especialmente en el capítulo 6, Jesús nos dice que Él es «el Pan vivo bajado del cielo. Quien coma de este pan vivirá para siempre. Más aún: el pan que yo le daré es mi carne, para la vida del mundo. Quien come está en Mí y Yo en él«. Destacó cómo tenemos que agradecer a Jesús que haya querido quedarse entre nosotros ya que cuando lo tomamos en la comunión nos humaniza y nos diviniza porque lo tenemos dentro de nosotros, Dios y hombre verdadero, y nos hace participar de su persona.
Y destacó cómo el gesto que en ese día realizábamos de hacer una procesión era un gesto que quería indicar que Jesús camina siempre con nosotros y que nos acompaña con su presencia real, y que llega a todas partes con su amor que cura y da vida eterna. Por ello invitó a los fieles a participar en la procesión ya que «las procesiones son para participar y no para contemplarlas pasivamente». Pidió para toda la Diócesis, una abundante bendición y quiso agradecer el trabajo de todos los sacerdotes que actuando «in persona Christi» dan la Eucaristía y hacen presente, como un don inmensamente inmerecido, Jesús en medio del Pueblo de Dios. Gracias a ellos tenemos la Eucaristía y tenemos que pedir las vocaciones necesarias de ministros para las comunidades cristianas y la evangelización. Finalmente, el Arzobispo recordó cómo en ese día se celebraba el día de la Caridad para que la Eucaristía no puede ser real si no nos lleva al amor hacia los hermanos, especialmente los más necesitados, y la colecta iba íntegramente para obras de caridad.
Al terminar la Eucaristía tuvo lugar la procesión con el Cuerpo de Cristo por la Catedral y por el Claustro románico en un clima de mucha devoción, mientras se cantaban cantos eucarísticos y los niños acompañaban el paso del Señor tirando flores y pétalos por el camino donde había de pasar, y declamando algunas oraciones a su presencia. En medio del Claustro románico que lucía con su bella austeridad y con la fuente en el centro que brota ya que Dios nos hace brotar todas sus bendiciones tuvo lugar una pequeña «statio» con la bendición desde allí con el Santísimo Sacramento hacia todos fieles de la Seu y de toda la Diócesis de Urgell y, muy especialmente, los enfermos, los marginados, los encarcelados, los que no tienen trabajo o hogar y quienes pueden pasar por momentos de dificultad o de soledad. Los niños de la primera comunión se dirigieron a Jesús sacramental con unas bonitas jaculatorias.
Al final de la procesión el Arzobispo bendijo al Pueblo de Dios con el Santísimo Sacramento y quiso agradecer a todos los que con su esfuerzo hicieron posible el acto eucarístico adornando con alfombras de flores el claustro de la Catedral. Posteriormente se fotografió con los niños y niñas que habían participado en la Eucaristía.