El día 28 de diciembre, como ya es una tradición arraigada, tuvo lugar la fiesta de los Santos Inocentes de Peramea (Pallars Sobirà) que fue presidida por el Arcipreste del Pallars Sobirà y Rector de Sort, Mn. Juan Pablo Esteban.
La pequeña iglesia parroquial de San Cristóbal de Peramea guarda como un gran tesoro una arqueta que contiene las reliquias de tres de los cientos o miles de niños, según algunos, que fueron asesinados en Palestina por orden del rey Herodes. Las reliquias (tres cráneos pequeños y un esqueleto de medio cuerpo) fueron regalados por los condes de Pallars y cada año el 28 de diciembre se hace culto mediante una ceremonia que va acompañada por cantos de los Gozos en Alabanza los Martissants que la gente de Peramea se sabe de memoria: «Puix del Rei la tirania, vos manà matar infants; ajudeu-nos cada dia, gloriosos màrtirs sants«. Según una leyenda popular, los Santos Mártires o Martissants -nombre con el que son conocidas las reliquias venerades- eran propiedad de Peracalç y sus habitantes se los vendieron a los de Peramea por un porrón de vinagre cuando, en una comida popular en el lago de Montcortès, se dieron cuenta que no podían aliñar la lechuga. Del hecho salió esta copla: «Màrtirs Sants de Peramea, /Cossos Sants de Peracalç,/ per un porró de vinagre/ vos vau vendre els Màrtirs Sants».
En la tradición cristiana, el Evangelio cuenta que cuando el rey Herodes conoció la noticia del nacimiento de Jesucristo hizo matar a todos los niños menores de 2 años que habían nacido en Belén. La voz popular dice que este cruel método de persecución del recién nacido conllevó el sacrificio de miles de niños inocentes que fueron degollados. La noticia de esta masacre corrió por toda la Cristiandad y en algunos lugares generó manifestaciones de carácter festivo para recordarla. La Iglesia también contribuyó estableciendo una fiesta anual en recuerdo del hecho martirial. Por otra parte, la relación entre las bromas y burlas generalizadas y la leyenda de los niños degollados se establece a partir de los camelos que los padres de los niños se tuvieron que ingeniar, según se cree, a fin de proteger a sus pequeños del asesinato y alejarlos de los perseguidores enviados por Herodes.