El Papa Francisco:puente de misericordia y de renovación (y 2)

Siguiendo lo que escribía el pasado domingo, y desde la perspectiva más social, la Iglesia siendo fiel al Papa Francisco, vive una etapa de transformación y búsqueda de una forma nueva de conectar con la sociedad. En Cataluña, necesitamos una Iglesia arraigada en el país, en su cultura y en las realidades sociales que la caracterizan y abierta a los migrantes recién llegados. Muchas parroquias y entidades eclesiales catalanas ya vivían esta espiritualidad de raíz comunitaria y de compromiso con los colectivos más vulnerables, pero el Papa Francisco ha dado un impulso renovado a esta forma de hacer, con unas opciones pastorales centradas en la acogida, la justicia social, el diálogo interreligioso y la ecología integral. En tiempos de polarización, el Papa Francisco ha sido especialmente firme en defender la fraternidad y el diálogo en contextos de conflicto. Su mensaje ha sido interpretado por muchos como un llamamiento a la no confrontación, a la escucha mutua ya buscar caminos de reconciliación: «construir puentes y no muros».

Cataluña y Andorra, como otras zonas de Europa, viven una acelerada secularización. Pero precisamente aquí, el estilo pastoral de Francisco, menos doctrinal y más existencial, ha facilitado un acercamiento de sectores alejados de la Iglesia. Ha ayudado a reconectar con personas que no se identifican con las formas tradicionales, pero sí con valores como la solidaridad, el cuidado de la creación o la defensa de la dignidad humana. Ha animado a los católicos a ser una Iglesia que apuesta por una presencia menos institucional y más evangélica, arraigada a la realidad de la calle. Ha abierto ventanas, ha dado aire fresco y ha contribuido a una Iglesia que quiere ser casa de todos, especialmente de quienes más sufren.

El legado del Papa Francisco en Andorra nos anima a crecer en la fe, manteniendo el equilibrio y la identidad en un país singular. Ha mantenido lo pactado en el Acuerdo entre la Santa Sede y Andorra, y ha respetado la estructura del Coprincipado -donde el obispo de Urgell es jefe de Estado-, y en este contexto ha tenido una incidencia particular, especialmente en tres dimensiones: renovación pastoral, Obispado y Parroquias bien presentes, y el testimonio de los cristianos en una sociedad moderna. Siguiendo su mensaje, desde las instituciones y comunidades hemos trabajado para hacer a la Iglesia más cercana y más comprometida con la vida de la gente. En Andorra, donde la fe está presente pero donde la secularización avanza, este enfoque ha ayudado a mantener vivo el sentido comunitario y espiritual en un entorno multicultural. El hecho de que el obispo de Urgell sea también jefe de Estado de Andorra hace que su rol tenga una doble dimensión: espiritual e institucional. En este sentido, el Papa Francisco respetándolo, ha influido indirectamente a través del tono y el ejemplo que ha marcado: valoración de la dignidad infinita de todo ser humano, también de los más débiles en la sociedad como los niños, los no nacidos, los ancianos, las personas con discapacidad, y los enfermos mentales; buscando siempre el servicio y la transparencia, con el compromiso educativo. La Iglesia intenta seguir esta estela y mantener un perfil cercano, dialogante y sensible a la realidad social andorrana, con un compromiso por la justicia social y la sostenibilidad ecológica. En Cataluña y Andorra, el legado del Papa Francisco se traduce en una Iglesia prudente pero significativa, capaz de estar al servicio de las personas y de la paz social. Con un rol institucional único en el mundo, el obispo-copríncipe está llamado a ser, siguiendo al Papa Francisco, un puente entre mundos: entre lo secular y lo religioso, entre el pasado y el futuro, entre la fe cristiana y la cultura contemporánea.

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