Decálogo para un buen verano

  1. Saluda cada día con optimismo y esperanza. Saborea “amaneceres nuevos” que anuncian jornadas luminosas.
  2. Incluye a Dios en tu agenda dedicándole unos minutos, si es posible, allí donde Él se encuentra, en cada sagrario de la tierra. Participa en la Misa dominical.
  3. No olvides la lectura de un buen libro. Para amar, liderar, sanar y crear, primero has de alimentarte.
  4. Procura ejercer el “ministerio de la escucha”: saber escuchar a tantas personas que necesitan hablar, contarnos sus problemas y mostrarnos sus heridas.
  5. Busca los mejores paisajes, sobre todo aquellos en los que reine el silencio, para dialogar con tu propio corazón.
  6. Visita algún monasterio o convento de vida contemplativa. Los monjes y monjas de clausura son hoy los principales “buscadores de Dios”.
  7. Dedica más tiempo, y el mejor, a tu familia, a los hijos que están en edad de formación, para que encuentren en las vacaciones espacios de luz y encuentros enriquecedores de humanidad.
  8. Toma nota de algún “descubrimiento” que enriquezca tu mente y tu vida. Podemos pasarnos años sin vivir realmente y, de repente, toda nuestra vida concentrarse en un solo instante.
  9. Recuerda a tu prójimo más necesitado. Y no pases de largo si puedes ayudarle o animarle.
  10. No dejes de visitar algún santuario mariano, para contemplar el “sí” de María, Madre de Dios y Madre nuestra. Alguien dijo de la Virgen María que, con su “sí”, se convirtió en un “sueño hecho realidad” de Dios.

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