Debemos convertirnos y creer en el Evangelio

Al imponernos la ceniza en el inicio de la Cuaresma, la liturgia nos recordó las palabras nucleares de la predicación de Jesús: «Convertíos y creed en el Evangelio» (Mc 1,14). Mientras acogíamos un signo de la fragilidad de nuestra vida y de la fugacidad de las cosas materiales, la ceniza, se nos proponía hacer una auténtica conversión, volver a Dios con toda el alma y todas las fuerzas, y a la vez creer y salir a anunciar el Evangelio, la buena noticia de que el perdón se nos ha dado en Cristo, que hemos sido recreados de nuevo y que podemos vivir como hijos de Dios y como hermanos unos de otros.

En el camino hacia la Pascua, estas dos realidades, convertirnos y creer en el Evangelio, tienen una unidad inseparable, forman como una gran y única actitud de seguimiento auténtico de Cristo. La verdadera conversión a Dios consiste en acoger plenamente la Buena Nueva de Jesús, como la luz que dejamos que alumbre todos los rincones de nuestra vida, y al mismo tiempo, por la fuerza de Dios, ser testigos y mensajeros de esta Buena Noticia para los demás, es decir, ser evangelizadores creíbles, generosos y llenos de amor. Es el núcleo de la nueva evangelización a la que estamos especialmente comprometidos en este tiempo de pandemia y de «eclipse de Dios», dada la debilidad de la fe y de la esperanza que, tal vez, encontramos en nosotros y entre muchos de nuestros contemporáneos.

Recogiendo un texto del obispo Pere Casaldàliga, misionero en Sâo Félix do Araguaia, en Brasil, poeta de la Buena Nueva traspasado el 8 de agosto de 2020, os propongo unas actitudes para vivir la evangelización que recogen y unen las dos actitudes, conversión y fe anunciadora:

  • Saber acoger el Evangelio que nos viene a buscar y dejarse convertir por él.
  • No hacer sombra al Evangelio, ni con nuestra cultura, ni con nuestro protagonismo, ni con nuestro miedo.
  • Practicar, celebrar y anunciar el Evangelio en comunidad eclesial.
  • Vivir el Evangelio con toda la verdad; ser testigos, compañeros de Cristo, el Testigo Fiel, y compañeros de tantos buenos testigos, hermanos nuestros.
  • Como quería Jesús, esparcir la Buena Nueva como sal, fermento, luz, semilla, en cada sociedad, en cada persona, en cada lucha, en cada esperanza.
  • Recordar siempre que Jesucristo es un Evangelio mayor que el Evangelio escrito; y entregar el Evangelio como quien delicado beso de parte de Dios.
  • No olvidar que el Evangelio lleva dentro la cruz.
  • Hacer, como Jesús, que el Evangelio sea de los pobres y los pequeños, para que llegue a todos.
  • Orar el Evangelio. Callar el Evangelio en el silencio de la gratuidad y del despojarse. Hacer nacer Evangelio con la profecía de los gestos.
  • Convocar a todos entorno al Evangelio y hacer muchos discípulos para Jesús.
  • Gritar el Evangelio como el único verdadero Nuevo Orden Mundial que puede hacernos, a todos, hermanos y hermanas en un solo Mundo Humano.
  • Saber esperar con paciencia pascual la Buena Nueva definitiva de Aquel que “está a la puerta y llama” (Apoc 3,20).

{«image_intro»:»»,»float_intro»:»»,»image_intro_alt»:»»,»image_intro_caption»:»»,»image_fulltext»:»»,»float_fulltext»:»»,»image_fulltext_alt»:»»,»image_fulltext_caption»:»»}

Compartir
Ramon Llull, místico del diálogo y testimonio para hoy
d’Amic e Amat
Ramon Llull, místico del diálogo y testimonio para hoy
Queridos diocesanos,
querida iglesia de Urgell,

El próximo 27 de noviembre se celebra la memoria litúrgica del beato Ramon Llull. En medio de los cambios de nuestro tiempo, el Señor nos regala figuras que iluminan el camino. Una de ellas es Ramon Llull,
next arrow
previous arrow

Últimas Noticias

Agenda