Confirmaciones en Barbens, La Fuliola y Ivars d’Urgell

El domingo 2 de junio el Arzobispo de Urgell Mons. Joan-Enric Vives administró el sacramento de la Confirmación en las Parroquias de la Virgen Asunta de Barbens, de Sta. Lucía de La Fuliola y de St. Andreu de Ivars d’Urgell. Estuvo acompañado en las tres celebraciones por el Rector de las Parroquias, Mn. Carles Albert Ospina y por Mn. David Codina.

En la Parroquia de la Virgen Asunta de Barbens fueron 4 los jóvenes confirmandos. En la Parroquia de Sta. Lucía de La Fuliola eran 3 chicas las que recibieron la plenitud del Espíritu Santo. Y en la Parroquia de St. Andreu de Ivars d’Urgell fueron 6 jóvenes y 2 adultos quienes recibieron de manos del Sr. Arzobispo el sacramento de la Confirmación. Los Alcaldes en funciones de los diversos municipios se hicieron presente en las celebraciones y acogieron la venida del Sr. Arzobispo y en La Fuliola les dirigieron unas emotivas palabras.

En la fiesta litúrgica de la Ascensión del Señor, el Arzobispo en su homilía subrayó cómo las oraciones litúrgicas de esta fiesta subrayaban el valor de la alegría por la Resurrección del Señor que hoy subía al cielo en la Ascensión y que nos prometía el don del Espíritu Santo que celebraremos el próximo Domingo en Pentecostés. Una sola fiesta, el misterio pascual de la Resurrección de Jesús, conmemorada en 3 momentos. El Señor Jesús sube al cielo para mostrarnos su gloria pero no nos abandona ni se desentiende de nosotros sino que nos promete que nos enviará su Espíritu Santo.

La fiesta de la Ascensión de Jesús nos da esperanza porque la Gloria donde ha llegado Jesús nosotros también tenemos la esperanza de llegar un día. Además, Jesús nos dice que «volverá de la manera como le habéis visto que se iba al cielo». El Señor Jesús volverá a por nosotros porque Él es el Camino, la Verdad y la Vida y porque en la «Casa del Padre» hay lugar para todos. Por eso los cristianos vivimos la alegría y la esperanza en medio de las dificultades y contrariedades de este mundo.

El Arzobispo animó a los jóvenes y adultos confirmandos a vivir con perseverancia los valores y virtudes que les han sido transmitidos por los padres, familia, escuela, parroquia… ya que estos son valores sólidos que nos permiten superar las tentaciones del cierre y del egoismo. En este sentido animó a los jóvenes a superar el peligro del individualismo y el hedonismo y el exhibicionismo en que un mal uso de las redes sociales puede hacernos caer. Recordó cómo los valores y virtudes fundamentales deben ser, por la acción suave y misteriosa del Espíritu, como una lluvia fina, un riego «gota a gota» que empapa la tierra buena de los jóvenes y que les va regando contínuamente de forma perseverante y eficaz, más allá de las manifestaciones extraordinarias de la gracia de Dios que se puedan producir. Por eso animó a los padres y padrinos a ser ese «gota a gota» que continuamente va educando en el amor, repecto y libertad pero también con la exigencia y la seriedad sus hijos y ahijados.

Recordó cómo dijo a sus discípulos que «recibirían una fuerza que les haría testigos» indicando cómo ellos debían dar su testimonio tras su Ascensión al cielo. Animó a los confirmandos a ser testigos de Jesús en su ambiente: familia, escuela, trabajo, amigos, etc. y que sólo quien ha visto y oído de primera mano un hecho, puede convertirse en testigo. Por ello exhortó a los jóvenes a participar asiduamente de la Eucaristía, del sacramento de la reconciliación, de la lectura de la Palabra de Dios y de la vida parroquial porque sólo quien está empapado de Jesús puede convertirse en un testimonio auténtico y creíble.

Al final de cada celebración el Arzobispo Joan-Enric regaló un Nuevo Testamento a cada joven y adulto confirmado pidiéndoles que leyeran un pequeño fragmento cada día y decirles cómo aquel libro era un libro que debían querer mucho porque contenía las palabras de Jesús por las que muchos cristianos en todo el mundo arriesgaban incluso su vida. Cada uno de ellos, en señal de respeto y estimación a la Palabra de Dios, besó el libro del Nuevo Testamento cuando lo recibían, en señal de amor y como un signo de que querían que esta Palabra fuera amada.



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