Celebración por todos los fieles difuntos en la Catedral

Al día siguiente de la solemnidad de Todos los Santos, la Iglesia reza por todos los fieles difuntos, y especialmente por los del último año. En la Catedral de Sta. Maria de Urgell, el Arzobispo Joan-Enric presidió una emotiva celebración exequial por todos los difuntos de la Ciudad y de la Diócesis de Urgell.

Al inicio de la celebración el Vicario general y Rector de la Parroquia de St. Ot, Mn. Ignasi Navarri, nombró a todos y cada uno de los 124 difuntos cuyas exequias se habían ido celebrando a lo largo de todo el año. Para todos pidieron piedad y misericordia los sacerdotes y la comunidad reunida.

En su homilía, el Arzobispo glosó la lectura de la Carta en los Corintios y el Evangelio según San Juan. Predicó la esperanza que nace de la Resurrección de Jesucristo, que nos da esperanza para creer que también nosotros resucitaremos. Y nos sostiene la oración eficaz del Hijo de Dios, que en su despedida de los apóstoles (cf. Jn 17) rogó por aquellos que el Padre le había dado, y su oración nos sostiene y resulta eficaz.

Y después glosó dos oraciones de la Madre Iglesia al despedir a sus hijos el día de sus exequias: “Ayudadle, santos de Dios, salid a recibirle ángeles de los Señor… Acoged su alma y presentadla al Altísimo», que nos da la confianza de que todos los santos con la Virgen María vendrán a recibirnos, para acompañarnos hasta Dios. También ejercerán esta caridad para con nosotros. Y también se fijó en el Prefacio I de los difuntos cuando la Iglesia, en actitud de gran acción de gracias, canta gozosa que “La muerte no destruye la vida de quienes creen en Ti, tan sólo la transforma. Y si se nos deshace la casa de la estancia terrenal, encuentran otra eterna en el cielo”.

Animó a recordar a los difuntos con amor; y especialmente a rezar por aquellos que han traspasado en el último año, a quienes murieron a causa de la pandemia. Por todos oremos, apliquemos la indulgencia plenaria, y sintámoslos cercanos, hasta que todos nos reuniremos y haremos la fiesta eterna del cielo, con el Señor. La vida tiene sentido y caminamos hacia la patria con la promesa que nos fue realizada en nuestro bautismo, que “¡viviremos!” para siempre.

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