50 años de la ordenación episcopal de Mons. Joan Martí Alanis

El domingo 31 de enero de 1971 en la Catedral Basílica de Sta. Maria de La Seu d’Urgell acogía la ordenación episcopal de Mons. Joan Martí Alanis (* El Milà 1928- + Barcelona 2009) de manos del entonces Nuncio del Papa Mons. Luigi Dadaglio. Martí Alanis tenía entonces 42 años de edad y ocupaba la vacante que había dejado el Obispo Ramon Iglesias Navarri que había sido cubierta interinamente por el Administrador apostólico Mons. Ramon Malla, Obispo de Lleida.

50 años después, el 31 de enero de 2021, la Catedral de Sta. María de Urgell acogía de nuevo muchos fieles, que a pesar de las restricciones de la pandemia actual, quisieron conmemorar la gozosa efeméride con una Eucaristía de acción de gracias, presidida por el Arzobispo de Urgell y Copríncipe de Andorra, Mons. Joan-Enric Vives, y concelebrada por los Vicarios Generales y por el Secretario general de la Diócesis. El Arzobispo Joan-Enric lucía para la celebración el anillo pontifical del Arzobispo Joan Martí Alanis y el mismo báculo que le habían entregado hacía 50 años en su ordenación episcopal de Urgell.

Al iniciarse la celebración litúrgica, el Arzobispo Vives explicó a los fieles que en ese mismo domingo se cumplían los 50 años de que Mons. Martí Alanis se convirtió en Obispo de Urgell y Copríncipe de Andorra, y cómo aquella Eucaristía inauguraba una serie de actos que la Diócesis de Urgell llevará a cabo el año 2021 para conmemorar esta efeméride especialmente a finales de año cuando esperamos que la pandemia y la crisis sanitaria actual estén más apaciguadas.

En su homilía, el Arzobispo Joan-Enric glosó las lecturas de la Palabra de Dios proclamadas en aquel domingo donde Jesús en Cafarnaún enseña con autoridad y muestra su poder liberador y sanador del Maligno. La autoridad de Jesús no proviene de títulos o condecoraciones humanas sino que nace de ser el Hijo amado del Padre y de vivir con máxima autenticidad su misión. El Arzobispo pidió a todos los fieles dejarse «enseñar» por este Maestro a quien podemos conocer especialmente a través de la Palabra de Dios, los sacramentos y la tradición de la Madre Iglesia, y aprender de Él su espíritu «liberador y sanador «ante el Mal y de los sufrimientos de nuestros hermanos. Esta autenticidad de Jesús, coherencia, entre la palabra y la vida, fue la que intentó vivir Mons. Martí Alanis a quien el Arzobispo Vives definió como un hombre de fe, que aseguró con su ministerio apostólico en Urgell la fe católica y la comunión con el Papa y con toda la Iglesia universal.

Mons. Martí erigió las nuevas instituciones de renovación mandadas por el Concilio Vaticano II, y la aplicó trabajando por una Iglesia misionera, misterio de comunión y pueblo de Dios; austera y servidora de los pobres; Iglesia comprometida con el ecumenismo; Iglesia defensora y promotora de la dignidad de la persona y de su libertad religiosa; Iglesia sin afán de poder, sino servidora de todos. Una Iglesia que quería aplicar la Doctrina social en todas las situaciones, también en la realidad social y política que entonces se vivía, de un régimen autoritario, respetando la autonomía de las realidades temporales. Él fue osado en algunos temas nuevos: formación del clero, vocaciones venidas de fuera, misión en mundo rural, turismo, reorganización económica diocesana y de las Parroquias, así como de las vicarías y de la acción social hacia las necesidades más grandes; sin olvidar la apertura del proceso de martirio de los sacerdotes diocesanos.

Como sacerdote joven trabajó mucho en Tarragona en temas de Doctrina de la fe, de enseñanza y escuelas diocesanas. Y ya de obispo además del trabajo diocesano, cooperó lealmente con el arzobispo metropolitano Josep Pont i Gol y los demás Obispos de Cataluña, como el Cardenal Narcís Jubany, Mons. Josep M. Guix y el Arzobispo Ramon Torrella, especialmente en el Seminario Interdiocesano. La Santa Sede lo nombró Administrador Apostólico de Solsona (1975 -1977). Quería una Iglesia servidora, libre de ataduras con el poder político pero a la vez sensible y colaboradora en el servicio de comunión en Cataluña y en España, desde un catalanismo «activo y positivo». Fue coautor del célebre documento del episcopado catalán «Arrels cristianes de Catalunya«. Fue también miembro del Comité Ejecutivo de la CEE y trabajó en Migraciones y Medios de Comunicación social, creando en la Diócesis Ràdio Principat, y las Revistas «Església d’Urgell» y «Urgellia«. Participó en el Concilio Provincial Tarraconense (1995) y alertó sobre los progresismos, sin caer en manos de los conservadurismos. Gobernó con firmeza y clarividencia la Diócesis, con suavidad de formas, y defendió las lenguas minoritarias catalana y aranesa. Estaba muy al día teológica y culturalmente, y al final de su pontificado escribía artículos muy pensados ​​e influyentes en los periódicos. No quiso hacer unas Memorias para no dejar mal a personas o instituciones. Siempre supo guardar secretos.

Fue un hombre de Estado. El Obispo de Urgell ejerce esta prerrogativa de ser Copríncipe de Andorra con el Presidente de la República Francesa. Fue una de las dimensiones más destacadas del pontificado de Mons. Joan Martí porque es muy única, ya que no hay otro Obispo -salvo el Papa- que tenga la obligación de acompañar un País, sirviéndole como Jefe de Estado. Cuando tomó posesión como Copríncipe (03/17/1971) debía ejercer todos los poderes conjuntamente con el Copríncipe francés. No era fácil. Sirvió al Principado con inteligencia, prudencia y mucha generosidad, como un Copríncipe totalmente disponible y servicial, y se puede destacar que fue al frente del proceso constitucional con el Copríncipe francés, François Mitterrand, así como con el Consejo General de los Valles y con las personas que intuyeron ese gran momento histórico, único, para el Principado de Andorra. Él, pues, pudo culminar la Constitución democrática Andorrana, y estaba orgulloso, de la aprobación y la aceptación del pueblo andorrano en el referéndum del 03/14/1993. Su cargo de Copríncipe favoreció las relaciones con los Presidentes y Copríncipes Franceses, con el Rey de España, con los Presidentes de la Generalitat, así como los Presidentes del Gobierno de España. Con el proceso constitucional y la Constitución de 1993, Mons. Martí pasó a ser un Copríncipe constitucional, con poderes y responsabilidades muy definidas y más restringidas. Representa al Estado andorrano, arbitra y modera el funcionamiento de los poderes públicos y de las instituciones, y debe mantener los equilibrios y la neutralidad para con el juego político, promoviendo el bien del país y su digna presencia entre las naciones. Dejó 12 páginas escritas sobre cómo aprendió a hacer política: desde los clásicos hasta los últimas tratados, haciendo patente cómo se preparaba y ejercía sus responsabilidades a conciencia.

Finalmente Mons. Vives destacó cómo Martí Alanis fue un hombre bueno, sencillo, cariñoso, con alma alegre y amigo de los amigos. Fiel a la oración, a la misa y la lectura espiritual. Siempre cordial con todo el mundo. Preparaba con exigencia y rigor todas sus intervenciones, desde las más importantes en las más simples y sencillas. Quería a los sacerdotes, los laicos, los religiosos y a la gente de los pueblos. Conocía en concreto la geografía de la Diócesis. Ponía mucha ilusión, como un niño, en las cosas que tenía que hacer, proyectos, viajes, visitas, conferencias. Y trató de ser siempre justo en todas sus actuaciones.

El Señor quiso que muriera el 11 de octubre de 2009, en el momento en que juntos, en el hospital, en silencio, él ya jadeante, Vives y Martí siguieron, a través de la televisión, la ceremonia de canonización de San Francisco Coll y otros cuatro santos. Un momento intenso de comunión episcopal, ya que un Obispo es siempre un miembro del Colegio episcopal que el Papa preside. Y con el Papa, ellos dos unidos, solos en la habitación, siguieron las letanías de los santos. Y el Señor escuchó su oración, y los santos vinieron a buscarlo. La Iglesia cuando despide a un hijo difunto ruega diciendo: «Venid, santos de Dios, salid a recibirlo ángeles del Señor, atended su alma y presentadla al Altísimo!». Y así ocurrió, en aquel 11 de octubre, día de la entrada en la Vida eterna del Arzobispo Joan. En el cielo esté y nos ayude en nuestro camino como Iglesia diocesana!

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