El Papa Francisco determinó que todo el año 2024 de preparación al Jubileo del 2025 fuese un Año dedicado a la oración. Decía: “Me alegra pensar que el año que precede al evento del Jubileo, se pueda dedicar a una gran “sinfonía” de oración; ante todo, para recuperar el deseo de estar en la presencia del Señor, de escucharle y adorarle”. Por tanto, estamos todos invitados a promover la centralidad de la oración individual y comunitaria. La oración es una práctica fundamental en la vida espiritual de los cristianos; es la respiración de la fe.
En el Año de la Oración, debemos fomentar la plegaria en la vida de los creyentes pequeños y mayores. Este año debe llevarnos a un resurgimiento espiritual, que revitalice la vida espiritual de los fieles, alentándolos a profundizar en su relación con Dios. También la oración común fomenta la unidad entre los miembros de la comunidad, creando un sentido de pertenencia y solidaridad, especialmente la oración litúrgica y la Eucaristía. Asimismo, en tiempos de incertidumbre como el nuestro, orar más y mejor, nos proporcionará un marco para buscar la guía y la sabiduría divinas; y aún, la oración lleva a la conversión, a la transformación personal y social, puesto que puede aportar cambios, tanto en las personas como en la sociedad, promoviendo la paz, la justicia, el bienestar y el amor.
El valor de la oración es múltiple puesto que nos hace vivir la comunión con Dios, porque nos lleva a establecer y a mantener una relación íntima y muy personal con Dios. Nos aporta confianza en la Providencia divina y refuerza nuestra fe de creyentes. Es fuente de consuelo y de paz, ayuda siempre pero especialmente en momentos de tristeza, bloqueo y ansiedad, ofreciendo la paz interior, la paz de Cristo, que el mundo no puede dar. A través de la oración, los cristianos buscamos entender y cumplir la voluntad de Dios en nuestras vidas, las reorienta y nos ayuda a discernir mejor. Y la oración de intercesión permite a los cristianos orar por los demás, mostrando amor y preocupación por los hermanos y por todo el mundo, sin diferencias.
Para que una oración sea efectiva y significativa, debe cumplir con ciertas condiciones y no apartarse del modelo sublime que es siempre el Padrenuestro:
- Sinceridad: La oración debe ser sincera, salida del corazón, sin hipocresía.
- Humildad: Los cristianos deben orar con un espíritu de humildad, reconociendo su dependencia de Dios y que somos realmente pecadores.
- Confianza: La oración debe ser confiada en la bondad y la sabiduría de Dios, creyendo que Él escucha y responde. Hasta en la cruz debemos orar.
- Perseverancia: La constancia en la oración es importante; no desanimarse si la respuesta no es inmediata, y mantener los propósitos a pesar de todo.
- Obediencia: Las oraciones deberían estar unidas a la voluntad de Dios y con una disposición a obedecer sus mandamientos. Estar abiertos y disponibles.
- Gratitud: Incluir la acción de gracias es esencial, reconociendo las bendiciones recibidas y la fidelidad de Dios a sus promesas.
La oración ocupa un lugar central en la vida cristiana, ofreciendo un camino para la comunión con Dios, la transformación personal y el fortalecimiento de la vida comunitaria.