Con la entrada en procesión de los concelebrantes, acompañados por las primeras estrofas de la antífona inicial (“Dadle, oh Señor, el eterno reposo; y que resplandezca en él la luz perpetua”), comenzó a las diez y media de la mañana la misa exequial por el Papa emérito Benedicto XVI, presidida por el Santo Padre Francisco, a la que asistieron numerosas personalidades de todo el mundo, entre ellas el Arzobispo de Urgel y Copríncipe de Andorra, Mons. Joan-Enric Vives, acompañado del Vicario general de Urgell, Mn. Ignasi Navarri, el Vicario Episcopal de Pastoral, Mn. Antoni Elvira; y del Embajador del Principado de Andorra ante la Santa Sede. La ceremonia fue solemnizada por los coros de la Capilla Sixtina, dirigidos por los maestros Marcos Pavan y Jafet Ramon Ortega, acompañados por el maestro Josep Solé Coll en el órgano.
Sin embargo, por expreso deseo de Benedicto XVI, no asistió ninguna delegación oficial de ningún país salvo Alemania e Italia. Fue una ceremonia sobria, pero no por eso menos solemne ni multitudinaria. Concelebradon más de 120 Cardenales, entre ellos el Decano del Colegio Cardenalicio, Mons. Giovanni Battista Re; 400 Obispos y cerca de cuatro mil sacerdotes; y fue seguida por los miles y miles de fieles a través de la retransmisión en directo de diferentes cadenas de televisión y radio, además de los que estaban en la plaza de San Pedro (la jefatura de Roma cifraba la asistencia en unos sesenta mil peregrinos), muchos de los cuales participaron también en el velatorio de la noche anterior.
El Papa Francisco empezó la homilía citando las últimas palabras de Jesús en la cruz: “Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23,46). Unas palabras, dijo el Papa, que culminan “la entrega continua en manos del Padre que fue la vida de Jesús; y que a la vez son una invitación y un programa de vida que quiere modelar como un alfarero el corazón de los Pastores hasta que acojan los mismos sentimientos de Cristo Jesús de entrega agradecida al Señor y a su pueblo”.
Y desarrollando esta idea fue estableciendo un paralelismo con el que debe ser la actitud de un pastor de la Iglesia (y de la Iglesia misma) que, de una forma muy sutil, llevaba a pensar en el pontificado de Benedicto XVI, pero sin citarle en ningún momento.
Sólo al final de la homilía el Santo Padre Francisco se refirió explícitamente al Papa emérito, y lo hizo con estas palabras: “Benedicto, amigo fiel del Esposo, que tu alegría sea perfecta al oír, definitivamente y por siempre, su voz”.
Posteriormente, en la oración después de la Comunión, el Papa, en nombre de toda la Iglesia y de los fieles presentes, pidió al Señor “que tu siervo Benedicto, fiel dispensadores de los misterios divinos en la tierra, alabe tu misericordia en la gloria eterna de los santos”.
Al final de la Misa, el Papa Francisco puso dulcemente su mano sobre el humilde féretro de madera de ciprés que contenía el cuerpo difunto de Benedicto XVI y rezó en silencio durante unos segundos. A continuación, el féretro fue devuelto al interior de la Basílica de San Pedro, desde donde fue llevado a las Grutas Vaticanas para su entierro.
Los próximos días habrá en la Diócesis de Urgell dos misas por el eterno descanso del alma de Benedicto XVI: el 9 de enero a las ocho de la tarde en la iglesia de Sant Esteve de Andorra la Vella, concelebrada por los presbíteros del Arciprestazgo de los Valles de Andorra, a la que está previsto que asistan las autoridades del Principado de Andorra; y el sábado 14 de enero, a las doce y media de la tarde en la Catedral de Santa María de La Seu d’Urgell, presidida por Mons. Vives.