En la última cena de Jesús con sus discípulos en el Cenáculo les dijo: «No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca» (Jn 15,16). Y cuando se les apareció resucitado, sus primeras palabras fueron: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo» (Jn 20,21). Jesús Resucitado llama y envía. Lo hizo y lo sigue haciendo, sin duda. En este IV domingo de Pascua, o del Buen Pastor, la Iglesia celebra la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones y también la Jornada de Vocaciones Nativas, con el lema «¿Para quién soy yo?». Es el Papa Francisco quien invitaba, especialmente a los jóvenes en Christus vivit, nº 286, a formularse esta pregunta inesperada: «Muchas veces, en la vida, perdemos tiempo preguntándonos: ‘¿Pero quién soy yo?’. Y tú puedes preguntarte quién eres y pasar toda una vida buscando quién eres. Pero pregúntate: ‘¿para quién soy yo?’. Eres para Dios, sin duda. Pero Él quiso que fueras también para los demás, y puso en ti muchas cualidades, inclinaciones, dones y carismas que no son para ti, sino para los demás». Una llamada muy personal a reconocer para qué estamos hechos, qué sentido tiene nuestro paso por este mundo, qué proyecto tiene el Señor para cada uno de nosotros. Quiere que todos colaboremos en la construcción de su Reino, y que demos testimonio de Él con nuestra vida entregada.
Hoy rogamos al Amo de la mies que envíe más trabajadores a su campo. Que no falten en su Iglesia hombres y mujeres, jóvenes y mayores, que respondan a su llamada y hagan presente el amor de Dios. Le pedimos al Señor que suscite entre nosotros vocaciones al ministerio presbiteral y diaconal, a la vida consagrada, al compromiso matrimonial fiel y a la donación misionera. Todos necesitamos renovar la respuesta a la propia vocación en esta Pascua, para vivir la esperanza y sembrarla en todas partes, para salir al encuentro del otro, de los que sufren o que viven en las periferias existenciales. Cristo nos llama a conocer y compartir las dificultades de nuestros hermanos, para amarlos más, viviendo cerca de ellos, para aprender a amar mejor y enseñar el camino cristiano del amor, que es a semejanza de Jesucristo. Dios nos elige y nos llama para ser presencia de Jesús, el Buen Pastor. Preguntémonos: ¿qué querrá «más» de mí, el Señor, mi Amigo, mi Redentor? Y hay que tener presente que la vocación no es un don individual, sino, y sobre todo, un don para toda la Iglesia. El secreto de la vida es ser para los demás. Esto nos configura y hace aflorar quiénes somos de verdad. Vivimos en un mundo lleno de oportunidades pero no todo el mundo tiene o tiene las mismas. Hay que discernir la llamada de Dios, y poner los medios para llevarla a cabo.
El Papa Francisco dice a Christus vivit nº 287: «Para discernir la propia vocación, hay que reconocer que esta vocación es la llamada de un amigo, Jesús. A los amigos, si se les regala algo, se les regala lo mejor. Y esto no es necesariamente lo más caro o difícil de conseguir, sino lo que uno sabe que al otro le gustará. Un amigo lo percibe con tanta claridad que puede visualizar en su imaginación la sonrisa del amigo cuando abrirá el regalo. Este discernimiento de amistad es lo que propongo a los jóvenes como modelo, si buscan encontrar cuál es la voluntad de Dios para sus vidas». Las dos jornadas de hoy nos hablan de amor, del don del amor de Dios en la Pascua que reclama amor. Un don y una misión de dar fruto, que debemos llevar a cabo.
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