El tesoro de la vida en un vaso de arcilla

Amados hermanos en el Señor:

El de hoy es un luto diferente. Encontramos normal el traspaso de personas de edad avanzada, que han completado su trayectoria y han llenado su vida, cada uno a su manera personal. Son como la fruta madura que, a su tiempo, necesariamente, ha de caer del árbol. En aquellos casos, aunque abierta la herida de la separación, no es difícil aceptarlo y encontrar motivos consoladores. Pero la pérdida de nuestro/a hermano/a se nos antoja como una flor cortada prematuramente, como un proyecto humano truncado, que no se ha podido realizar. La oscuridad de la incomprensión es más densa y el dolor más cruel. Así lo vivimos, si miramos los acontecimientos humanamente.

Ante los ojos de Dios la situación debe de aparecer de muy diferente manera. Recordad las palabras del libro de la Sabiduría: «El justo, aunque muera prematuramente, tendrá el descanso. Vejez venerable no son los muchos días, ni se mide por el número de los años». Dios mira la vida de cada uno de nosotros en su proyecto de eternidad. La etapa terrena es como el plantel, con destino a ser trasplantado a su lugar definitivo. Por eso dice el libro sagrado: «Vivía entre pecadores y Dios se lo llevó; lo arrebató (…) para que la perfidia no sedujera su alma».

Nuestro/a hermano/a, hasta hace poco, vivía en el cuerpo; ahora vive fuera de su cuerpo. El cuerpo no es la vida, es tan solo el suporte o el vehículo. Vivir en el cuerpo es la única forma posible en este mundo, donde carne y alma forman la unidad inseparable llamada persona humana. Perdido el estrecho lazo entre la carne y el alma, este ser humano tendrá su vida en Dios. A San Pablo le gusta decir que seremos revestidos de un cuerpo espiritual.

Así pues, lo que verdaderamente vale es la vida, que hemos de amar y proteger, la vida que somos nosotros mismos, que existimos. Ahora es nuestra vida en el cuerpo la que Dios ama también, pues nos ama a nosotros. Dios ama tanto la vida que no es él quien ha hecho la muerte. La muerte, normalmente, es el final del proceso de desgaste natural del cuerpo de carne. En algunos casos, como el que lamentamos, se produce por circunstancias externas como cataclismos de la naturaleza; a veces por imprudencia o falta de reflexión o de atención y, muchísimas veces, a causa del mal moral que hay en el mundo.

A los jóvenes que nos acompañáis quiero pediros que améis vuestra vida, que os ha sido dada, la vida en el cuerpo, vuestro único tesoro. No os dejéis engañar por el capricho irreflexivo, propio de vuestra edad. Amad vuestro cuerpo como vehículo del tesoro de vuestra vida y protegedlo de peligros innecesarios. Vuestra vida en el cuerpo es un don para vosotros, primero; pero también es un don para los demás, para vuestro entorno: padres. hermanos, amigos, vecinos…sobre todo para vuestro Dios.

Nunca debemos olvidar que nuestro cuerpo es frágil: es como si lleváramos el tesoro de la vida en un jarrón de cerámica, que necesita ser tratado con delicadeza y protegido. Se propagan modas y corrientes, en nuestros días, que no paran atención al cuerpo y su salud. Vosotros las conocéis; no hace falta describirlas. A causa de esta situación, son muchas las pérdidas de vidas jóvenes que tenemos que lamentar. Se cometen imprudencias y se corren riesgos innecesarios que, en definitiva, no conduce a la felicidad sino, frecuentemente, a desgracias irreversibles.

Jesús nos recomienda que estemos preparados: «Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas«, para darnos a entender que hemos de mantener despierta nuestra vida interior, que nos conviene vivir sabiendo y pensando que somos llamados y destinado a un cambio de vida junto a él. Es un aviso para que recordemos que no podemos vivir como si todo acabara con unos miserables años de peregrinaje por este mundo; que hemos de vivir ahora nuestra relación con Dios por la fe, la esperanza y el amor, motivados por la oración y empeñados con valentía en un comportamiento correcto y limpio, a los ojos de Dios. «Dichosos los criados a quienes el Señor, al llegar, los encuentre en vela: os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo.».

Lecturas:

  • Sv 4, 7-15
  • Salmo 22,1-3a. 3b-4.5.6
  • Lc 12, 35-40