Del siglo XIII a la actualidad: un camino de aventuras hasta llegar al Museo Catedral de Urgell

En el fondo del Museo Catedral de Urgell se conservan dos pequeñas piezas de gran simbolismo: el cáliz y la patena que habían sido utilizadas, desde el siglo XIII, por innumerables sacerdotes en las celebraciones litúrgicas del Santuario de Núria, hasta hace unas décadas.

Se trata de un cáliz con una robusta base circular, donde está grabada una cruz con un apéndice inferior en forma de cruz procesional. El astil es de forma cilíndrica con un nudo central esférico, y la copa tiene un perfil cónico sin decoración. La patena es notablemente más grande que el cáliz, tiene un grosor considerable y presenta, en la parte interna, una decoración exalobulada, y en el centro un medallón con la representación de la mano derecha de Dios en actitud de bendecir.

Son dos piezas rústicas, que muestran el paso del tiempo y que han recorrido un largo camino antes de reposar en las instalaciones del Museo Catedral. ¿Lo explicamos?

Sucede que, al inicio del conflicto de la Guerra Civil española, la noche del 22 de julio de 1936, Mossèn Bonaventura, al ver que los ánimos estaban muy exaltados por la Guerra y preocupado por la imagen de la Virgen, abandonó discretamente el Santuario de Núria. Era buen excursionista… envolvió cuidadosamente la talla y la colocó en la mochila, y emprendió camino montaña arriba. No olvidó incluir también estas dos piezas del siglo XIII, que formaban parte del patrimonio más intangible del Santuario: las piezas de orfebrería para la Consagración. Esa noche escondió en los alrededores ese paquete tan valioso. Muy temprano por la mañana, recuperó la talla, el cáliz y la patena, cruzó la frontera por la montaña y llegó a Er. Desde allí, la talla fue acogida en Bourg-Madame, donde permaneció oculta dentro de una caja de reloj… así se inicia el largo viaje que llevaría al exilio a la Virgen de Núria, cruzando dos fronteras, y gracias a la ayuda de muchas personas, llegó hasta la abadía de Hautecombe, en Suiza. Tanto el cáliz como la patena viajaron también a Suiza y fueron guardados en la misma caja fuerte que la imagen de la Virgen.

Mientras tanto, el Santuario de la Virgen de Núria sufrió el asalto y la quema de todos los altares e imágenes, y fue saqueado.

La imagen de la Virgen de Núria regresó en 1941, pero el cáliz y la patena tardaron un poco más. Aunque no está documentado, el obispo Justí Guitart los dejó en manos de Mossèn Ventura en agradecimiento por haber salvado a la Virgen de Núria. Tras la muerte de Mn. Bonaventura (1951), los dos objetos quedaron en manos de Manuel Carreras, tal como lo había dejado escrito Mossèn Bonaventura. El cáliz y la patena no volvieron a tierras de la diócesis hasta unos 40 años más tarde, retenidos en Suiza. En 1982, Manuel Carreras los entregó al obispo de Urgell, que entonces era Mons. Joan Martí i Alanis. Actualmente, se exponen en el Museo Catedral de la Seu d’Urgell.

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