Es el lunes 19 de agosto. El papa Francisco me ha dado una cita para las diez de la mañana en Santa Marta. Yo, sin embargo, quizá por herencia paterna, siento la necesidad de llegar siempre con alguna anticipación. Las personas que me acogen me hacen esperar en una salita. La espera es breve y, tras un momento, alguien me acompaña a subir al ascensor. En dos minutos me ha venido a la memoria la propuesta que surgió en Lisboa, durante una reunión de directores de algunas revistas de la Compañía de Jesús. Allí surgió la idea de publicar todos a la vez una entrevista al Papa. Hablando con los demás directores, formulamos algunas preguntas que pudiesen expresar intereses comunes. Salgo del ascensor y veo al Papa, que me espera ya junto a la puerta. En realidad tengo la curiosa impresión de no haber atravesado puerta alguna.