El jueves día 6 de abril se inició el Triduo Pascual en todas las iglesias y comunidades religiosas de la Diócesis de Urgell, con la solemne celebración de la Eucaristía del Jueves Santo o de la Cena del Señor. En la Catedral de Sta. María de La Seu d’Urgell presidió la celebración vespertina el Arzobispo Joan-Enric, concelebrada por Mn. Ignasi Navarri, Vicario General y Rector y por algunos sacerdotes de la ciudad. Sirvió el altar el diácono Mn. Antoni Serra y acolitaron los seminaristas de la Diócesis.
Mons. Joan-Enric puso de relieve en su homilía los misterios que se celebran en este Día Santo: la Institución de la Eucaristía por parte del Señor Jesús, celebrando la Última Cena con los discípulos; el mandamiento de la caridad y el amor fraterno, que nos lleva a servir a los demás lavándoles los pies, y la institución del sacerdocio ministerial por voluntad del Señor, que quiere que, a través de los sacerdotes, se haga presente su Amor por todos los hombres.
El Arzobispo animó a los fieles a vivir el amor concreto que Jesús nos enseñó, que se hace visible en el lavado de los pies. Amor a Dios, sobre todo, para que nos enseñe a amar como Él amó: sirviendo y dando la vida por amor; amor a los demás, al prójimo, a los que tenemos a nuestro lado, que se concreta en el servicio hacia ellos; amor a los enemigos: a quienes no piensan como nosotros, a quienes nos cuesta amar, a quienes realmente nos cuesta perdonar y entender; amor concreto a la Iglesia, porque es nuestra Madre que nos engendró a la fe y porque se es creyente en la comunidad que se concreta al amar al Papa, los Obispos, los presbíteros, las parroquias; y finalmente amor a todo el mundo, sin excluir a nadie, amor universal, amor a los desconocidos. Todo el mundo se ha convertido en nuestro hermano por la muerte redentora de Cristo y todos están invitados al banquete eucarístico.
Después, el Arzobispo lavó los pies a tres ancianos del Hogar de San José y un emigrante para significar el servicio y el amor nuevo que mandó el Señor.
La celebración cocnluyó con la sencilla procesión con el Santísimo Sacramento por el interior de la Catedral hasta el Monumento y su adoración devota.
Por la noche, recordando la oración en el huerto de los Olivos, muchos fieles se reunieron en muchas vigilias de oración y adoración al Señor, releyendo las palabras del Señor y el Maestro en la última cena.