Amados hermanos en Jesús resucitado:
Esta noche y, aproximadamente a la misma hora, miles de comunidades cristianas del mundo entero, de todos los pueblos, razas y culturas, celebran con fervientes y entusiasmados cánticos la Pascua del Señor y, los más conscientes, también su propia pascua. Todo cuanto hemos hecho y haremos todavía en esta solemne Vigilia, nos ayuda a entender y a vivir espléndidamente el misterio que celebramos.
La misma oscuridad de la noche, símbolo de la ignorancia, del error e incluso de la muerte; la luz del Cirio pascual y la de las velas que hemos prendido en él y blandimos en nuestra mano, las flores con que hemos adornado el altar y el presbiterio, el Aleluya que hemos cantado solemnemente, todo ello forma parte del lenguaje simbólico que, juntamente con la palabra, nos ayuda a sintonizar con el misterio que oficiamos.
Las lecturas nos han presentado profusamente las progresivas etapas históricas del movimiento salvador de Dios, desde los orígenes del mundo hasta la nueva creación pascual: la vida nueva de Jesús resucitado, que es el modelo y el inicio de la salvación del hombre y del universo.
Los libros históricos han explicado la creación del mundo y del hombre y nos han descrito las etapas en que Dios salvó a su pueblo de la esclavitud terrena, no como punto culminante, sino como signo evidente de la divina voluntad de acompañarnos hasta la salvación total y definitiva de toda esclavitud o carencia, gracias al paso de Cristo de la vida terrenal y a través de la muerte física, a la vida pascual y al reino de los cielos.
Los profetas nos han recordado la abundancia de las promesas divinas garantizadas al pueblo elegido, al objeto de fundamentar y estimular su esperanza. Dios había prometido por los profetas que nos congregaría de los cuatro puntos de la tierra, que nos daría un corazón nuevo, que nos purificaría de nuestros ídolos, que seríamos su pueblo, que nos amaría con eterna misericordia y nos llenaría de toda suerte de bienes.
El Nuevo Testamento nos ha anunciado la gran Noticia: se ha iniciado el cumplimiento de las promesas con la resurrección de Cristo en esta sagrada noche, y la Iglesia, en el marco de esta solemne Liturgia, nos muestra la actualización personalizada de este misterio de salud. Por el bautismo hemos sido hechos partícipes reales de la resurrección de Jesús y de su nueva vida. Potencialmente y en germen ya hemos resucitado con Cristo y hemos sido hechos herederos de su gloria
La Pascua que hoy celebramos da sentido pleno a nuestra fe y a nuestra existencia terrena. Por ello seguimos perseverando a pesar de las dificultades diarias; porque Cristo ha inaugurado un nuevo orden de cosas y sigue vivo con nosotros y para nosotros. El cristiano, en manera alguna se siente seguidor de un libro o de una doctrina más o menos coherente, sino de una persona viva, Jesús, el Mesías Salvador. El Evangelio nos ha dicho: …No temáis. Ya sé que buscáis a Jesús, el resucitado…No está aquí…ha resucitado, como había dicho.
Esta santa noche nos orienta hacia una más asidua celebración de los sacramentos y nos invita a llevar una vida pascual junto a Cristo. Vida nueva: de alegría, de libertad cristina, de espiritual energía, de esperanza plena. Alguna cosa tendría que mejorar a partir de esta noche en cada uno de nosotros y en nuestra comunidad parroquial.