El día 24 de junio, por la tarde, en la S.E. Catedral de Sta. María de Urgel, y en la solemnidad litúrgica del Sagrado Corazón de Jesús, recibieron la ordenación de presbítero de manos del Arzobispo de Urgel, Mons. Joan-Enric Vives, los diáconos de Urgell Mn. Alejandro Vargas y Mn. Jerrick Banzuela. Estuvieron acompañados por su familia y por un buen grupo de presbíteros y diáconos de Urgell y de otros Obispados con sede en Cataluña, así como por sus compañeros en el Seminario diocesano de Urgell y en el Seminario Mayor Interdiocesano. Concelebraron la Eucaristía el Rector del Seminario Mayor Interdiocesano, Mn. Armand Puig; el Rector del Seminario de Urgell Mn. Gabriel Casanovas; los Vicarios Generales y Episcopal de Urgell; Mn. Ignasi Navarri, Mn. Josep M. Mauri y Mn. Antoni Elvira; el Secretario general y Canciller del Arzobispado de Madrid; el Rector de la Parroquia de Ntra. Sra. de la Paz de Madrid, donde Mn. Alex está acogido mientras realiza sus estudios; el Provincial de los Carmelitas de Cataluña y los Rectores de las parroquias donde los nuevos ordenandos han ejercido su diaconado: Balaguer, Encamp y Sant Julià de Lària.
Solemizó los cantos la coral filipina de Barcelona.
Después del Evangelio tuvo lugar la llamada de los ordenandos con la respuesta generosa: «¡Estoy aquí!». En su homilía el Arzobispo subrayó cómo se cumplía de nuevo la promesa de Dios a su pueblo que en la fiesta del Sagrado Corazón nos da Exequiel: “Yo mismo buscaré a mis ovejas… las recogeré, las haré venir… Haré apacentar a mis ovejas y las llevaré a reposar. Buscaré la oveja perdida”. Destacó cómo la Iglesia diocesana de Urgell oraba ese día con amor y humildad al Espíritu de Dios para que le fueran dados dos nuevos ministros, pastores y sacerdotes de Jesucristo, pastores misioneros para un tiempo de anuncio. Pastores con espíritu sinodal, que trabajen por la comunión, la participación de todos y la misión”. Jesucristo es el amor de Dios en nuestros corazones (Romanos). Es el Pastor, el mío, nuestro Pastor, que vela por el rebaño, que siempre ama, que se carga a hombros al que se ha extraviado, le devuelve su dignidad. Y festeja… (como para el hijo pródigo), y como Juan bautista que lleva siempre la alegría en su entorno.
Dios nunca niega el Espíritu Santo a quienes se lo reclaman, y en ese día le daba a quienes lo pedían para aquellos hermanos que serían ordenados.
Subrayó cómo en tiempos de eclipse de Dios, es necesario ser testimonios de su amor. Los creyentes de hoy estamos llamados a ser en el mundo signos creíbles y luminosos del Evangelio, de sus radicalidades y de sus paradojas, sin acomodarnos a la mentalidad de este mundo, en tantos aspectos desorientado, muy individualista y egoísta; que descarta a los vulnerables… Un mundo que tiende a alejar a los hombres de Dios, hasta intentar eclipsar su gloria totalmente… Por eso hoy vuelve a ser prioritario “testimoniar” la fe en Dios y el amor de Dios. Por eso necesitamos sacerdotes según el Corazón de Jesús, llenos de su amor, que acogen y ponen en práctica la cultura del cuidado, del Dios de la vida. Ésta es la misión de cada cristiano y de toda la Iglesia, de todo sacerdote, revelar el amor de Dios a una sociedad que lo necesita tanto, y que a menudo no lo sabe. Porque el amor lo es todo. “Dios es amor”, dice San Juan, y, si uno ama, y ama mucho y desinteresadamente, sacrificadamente, encontrará a Dios, porque ya vivirá en Dios.
Por eso animó a los nuevos presbíteros Jerrick y Álex, recibiendo el don del ministerio presbiteral en la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús: ¡a ser “Sacerdotes, testigos del amor de Dios”! El amor no es, para los cristianos, un seco compromiso, una obligación; ni el fruto de una decisión ética o la conclusión de una idea filantrópica, sino la respuesta al amor con la que Dios nos ha amado primero en Jesucristo. Es imitar al pastor misericordioso de la parábola proclamado, que sale decidido a recuperar la oveja perdida y asustada.
Los sacerdotes deben, pues, hacer presente el amor de Jesucristo que salva. Esto es lo que debe llenar su vida. Y para eso vale la pena todo el esfuerzo, la paciencia, la obediencia y la donación de su virginidad. Hacerlo todo por amor! Por eso, animó a Mn. Jerrick y Mn. Álex, a vivir de amor y por amor, y sólo un amor muy grande y disponible para todos, será creíble y atraerá hacia Dios y hacia la salvación. El celibato entregado será sello de ese amor incondicional y fiel, como el del mismo Cristo. Y la Eucaristía que celebrarán –“sacramento del amor”, fuente y cumbre de la vida y de la misión de la Iglesia- será su gran ofrecimiento a la comunidad y al mundo, a semejanza de Cristo. La caridad pastoral es el fundamento de la misión de quien es la imagen viva del “Buen Pastor que da la vida por sus ovejas” (Jn 10,11). Con esta caridad deben acercarse a todos los hermanos, especialmente a los más pobres, para anunciarles el Reino de Dios, y la paternidad de Dios.
La liturgia de ordenación prosiguió con las promesas sacerdotales de los nuevos presbíteros; la promesa de obediencia al Obispo diocesano y a sus sucesores, y la invocación de los Santos en la letanía para que ayudaran a quienes serían ordenados. El momento culminante de la liturgia de ordenación fue la imposición de manos en Mn. Jerrick y Mn. Álex por parte del Arzobispo y de todos los presbíteros presentes en la celebración Eucarística así como la oración de ordenación: “Te rogamos, Padre omnipotente, que concedas a estos siervos tuyos formar parte del orden de los presbíteros; renueva en su corazón el Espíritu Santo; que reciban de ti, oh Dios, el ministerio de secundar la orden episcopal, y que su vida sea un buen ejemplo para los demás”. Posteriormente, los nuevos presbíteros recibieron la unción en sus manos que a partir de ahora celebrarán el sacrificio eucarístico y perdonarán los pecados en nombre del Señor: “Que nuestro Señor Jesucristo, a quien el Padre ungió con el Espíritu Santo y con poder, esté siempre contigo, para que santifiques al pueblo cristiano y ofrezcas el sacrificio a Dios”. Finalmente el Arzobispo les entregó el cáliz y la patena que antes sus padres habían ofrendado, para que puedan presentar siempre la ofrenda del pueblo santo a Dios, pensando lo que harán y reproduciendo en sí mismos lo que conmemorarán actuando como sacerdotes, y configurando su vida en la Pasión del Señor.
Al final de la Eucaristía, los nuevos presbíteros dirigieron unas palabras de agradecimiento a todos los presentes, especialmente a quienes les acompañaron en su proceso vocacional: familia, Arzobispo, rectores de Seminario y formadores, compañeros de estudios y de seminario y, especialmente, a los sacerdotes y fieles que han conocido en su servicio como diáconos.
Al terminar la misa los dos nuevos presbíteros permanecieron al pie del altar para que el Pueblo de Dios pudiera mostrarles su acogida besándoles las manos ungidas o saludándoles con cariño.