En la Jornada por la Paz del pasado 1º de enero, el Papa Francisco trató el tema de los migrantes y refugiados, y hoy dedicamos también atención especial a la reflexión y la oración por todos ellos. Debemos estar atentos a esta preocupación mundial, porque hay más de 250 millones de migrantes en el mundo, y de ellos, 22 millones y medio son refugiados, es decir personas diversas que buscan un lugar donde vivir en paz. Y para encontrarlo, se arriesgan con largos y peligrosos viajes. El Papa Francisco propone que, «con espíritu de misericordia, abracemos a todos los que huyen de la guerra y del hambre, o que se ven obligados a abandonar su tierra debido a la discriminación, la persecución, la pobreza y la degradación ambiental». Con prudencia, ciertamente, pero se debe «acoger, promover, proteger e integrar» a los migrantes y refugiados, estableciendo medidas prácticas que ofrezcan prosperidad material y los bienes del espíritu, y remarca que se debe sentir en nuestro propio corazón el sufrimiento de los demás y trabajar, con un compromiso concreto, de ayuda y de generosidad.
Los conflictos armados y otras formas de violencia organizada continúan provocando el desplazamiento de la población dentro y fuera de las fronteras nacionales, pero las personas también emigran por el anhelo de una vida mejor, y por poder dejar atrás la desesperación de un futuro imposible de construir (Benedicto XVI). Se ponen en camino para reunirse con sus familias, para encontrar mejores oportunidades de trabajo o de educación, para poder disfrutar de estos derechos, y así vivir en paz. Será precisa mucha comprensión con las vías que emprenden. No pensemos tanto en los riesgos, sino en la acogida por dignidad humana. No son una amenaza; mirémosles con confianza, como una oportunidad para construir un futuro de paz, ya que formamos una sola familia. También aportan la riqueza de su valentía, energías y aspiraciones, y por supuesto los tesoros de su propia cultura, enriqueciendo así la vida de las naciones que los acogen. Y el Papa propone para la paz, 4 acciones: acoger, proteger, promover e integrar.
«Acoger» con entrada legal amplia, sin persecución o violencia, equilibrando la preocupación por la seguridad con la protección de los derechos humanos. «Proteger» nos recuerda el deber de reconocer y garantizar la dignidad inviolable de los que huyen de un peligro real, en busca de asilo y seguridad, evitando su explotación. «Promover» tiene que ver con apoyar el desarrollo humano integral de los migrantes y refugiados. Por último, «integrar» significa trabajar para que participen plenamente en la vida de la sociedad que los acoge, en una dinámica de enriquecimiento mutuo y de colaboración fecunda, promoviendo el desarrollo humano integral de las comunidades locales.
De forma valiente y creativa, el Papa Francisco termina su Mensaje para la Paz proponiendo 2 pactos internacionales (Global Compacts): un acuerdo por una emigración segura, ordenada y regulada; y otro, sobre refugiados. Servirán para desarrollar propuestas políticas y poner en práctica medidas concretas. Y pide que estén inspirados por la compasión, la visión de futuro y la valentía, con el fin de avanzar en la construcción de la paz: sólo así el necesario realismo de la política internacional no se verá derrotado por el cinismo y la globalización de la indiferencia.
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