Conviene la clase de religión

En estos días de abril tiene lugar la matriculación de los niños y jóvenes en todas las escuelas. Hay que valorar que reciban unos conocimientos apropiados, que les ayuden en su vida y que les permitan tomar decisiones con responsabilidad. Los padres tienen derecho a escoger la orientación moral y religiosa de la formación de sus hijos, y las autoridades tienen el deber de poner los medios. El Papa Benedicto XVI, en un encuentro con profesores de religión italianos, les recordaba que «gracias a la asignatura de religión, la escuela y la sociedad se enriquecen con verdaderos laboratorios de cultura y de humanidad, en los que, descifrando la aportación significativa del cristianismo, la persona es capacitada para descubrir el bien y para crecer en la responsabilidad; para buscar el intercambio, afinando el sentido crítico y para recurrir a los dones del pasado, de manera que se pueda comprender mejor el presente y proyectarse conscientemente hacia el futuro».

La enseñanza religiosa en la escuela pertenece preferentemente al ámbito cultural, de conocimientos útiles y razonados, válidos para un creyente y para un no-creyente, mientras que la catequesis introduce en la vivencia personal de la fe cristiana. Para comprender la cultura de nuestro país, con profundas raíces cristianas, conviene la clase de religión católica, como en la India conviene entender de hinduismo y de budismo. Música, cine, pintura, escultura, arquitectura, filosofía, historia, política, folklore, tradiciones, necesitan de los conceptos religiosos para ser plenamente comprendidos. Y lo mismo podemos decir, en un nivel más genérico, de un conocimiento mínimo de las otras religiones para poder captar el mundo globalizado en que vivimos.

Ante la fragmentación del saber, necesitamos una cosmovisión. Es una fragmentación que ha contribuido notablemente a la proliferación de crisis de identidad cultural, de valores y de tradiciones. Está claro que una educación integral debe incluir la dimensión moral. Valores como la solidaridad, la sinceridad, la justicia, la verdad, el respeto y la generosidad son imprescindibles en nuestra sociedad. Y esto mismo vale para el medio ambiente, para un respeto ecológico integral. Una enseñanza global debe responder a las preguntas clave sobre el sentido de nuestra existencia: ¿De qué me sirve conocer la evolución del universo, si nadie me ayuda a hacerme las preguntas esenciales sobre la vida, o no me guía en la diferencia entre animales, robots y personas? ¿Quién ayudará a las nuevas generaciones a fundamentar verdaderamente los derechos humanos o a situarse razonablemente ante el enigma de la muerte? Será en la clase de religión donde niños y adolescentes podrán conocer los contenidos de la fe cristiana con rigor académico, sentido crítico y apertura al diálogo. El nivel de ignorancia en materia religiosa ha crecido tanto que, hoy en día, no podemos ni debemos dar nada por supuesto, sino que hay que recomenzar por los fundamentos básicos. Cada vez vemos con más claridad que la estabilidad internacional, e incluso nuestra convivencia con los recién llegados, necesita sustentarse en el diálogo interreligioso. Ahora bien, sólo puede dialogar quien tiene conciencia y conocimiento argumentado de su propio punto de partida.

Por estas razones, entre otras, podemos afirmar que la asignatura de religión en la escuela es un derecho, un deber y una respuesta a las inquietudes de madres y padres que quieren que sus hijos puedan conocer, también en el ámbito escolar, lo que da horizonte, sentido y consistencia a la vida. Es una necesidad para la cultura y la cohesión de los ciudadanos de nuestro país.

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