En este Mes misionero y durante los trabajos de la Asamblea Especial para la Región Panamazónica del Sínodo de los Obispos, donde nueve países hermanos de América Latina están implicados, celebramos la fiesta de la Virgen del Pilar. Os invito a invocarla ya que Ella es la Madre de la Iglesia, el «Pilar de fortaleza» para los creyentes, y la Estrella de la nueva evangelización.
María es Pilar firme de los misioneros y «amparo, venerada con diversas advocaciones en toda la Amazonia» (Documento preparatorio del Sínodo n. 147). Ella es modelo para la Iglesia que «escuchando religiosamente la Palabra de Dios y proclamándola confiadamente… (quiere que) todos, escuchando, crean el anuncio de la salvación; creyendo, esperen; y esperando, amen.» (Concilio Vaticano II, D.V. 1). María escuchaba a Dios con toda atención y pureza, meditaba la Palabra y la guardaba en su corazón, haciéndola fructificar, ya que la puso en práctica, siendo la primera y la más fiel discípula de su propio Hijo, la mayor «misionera». La Virgen María puso toda su vida al servicio de Jesús y del Reino de Dios. Amó decididamente a todos los que la necesitaban y se mantuvo firme al pie de la Cruz, traspasada por los dolores de su Hijo, y acompañó maternalmente a los apóstoles, desde el Cenáculo, en su gran misión evangelizadora
Pensamos hoy en la bella tradición que asegura que María se hizo presente junto al río Ebro, para animar el apóstol Santiago, debilitado por el miedo y los desánimos que todo misionero puede encontrar en sus trabajos apostólicos. Y Ella le ayudó como Madre, le animó a proseguir la misión, le sostuvo con amorosa piedad para que, recuperado, fuera fiel a la misión encomendada. Y ahora podemos estar seguros de que sigue acompañando a los apóstoles y misioneros de hoy, cada uno de los que queremos anunciar el Evangelio con nuevo ardor, en nuestra sociedad y en todo el mundo. Que Ella venga ahora a nosotros y nos regale la esperanza que nace de la fe y el coraje que se nutre del abandono confiado en manos de Dios.
La advocación del Pilar también nos hace valorar los vínculos espirituales y culturales, positivos y familiares que compartimos con los pueblos hermanos de la comunidad Iberoamericana de naciones, la llamada Hispanidad, donde se encuentra la Amazonia. Los 22 países de Iberoamérica -19 países de América Latina de lenguas española y portuguesa, más Andorra, España y Portugal-, formamos hoy la Conferencia Iberoamericana. El Principado de Andorra será anfitrión en 2020 de la Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de esta Conferencia, y ahora ya ostenta la Secretaría «pro tempore«. Con estas naciones compartimos muchas realidades pero nos alegramos sobre todo de compartir también la fe cristiana que los valerosos misioneros sembraron. Nos admira hoy la grandeza de la hazaña de la extensión de la fe. Catalanes y andorranos tenemos lazos de afecto, de tradiciones comunes, de solidaridad, de aportación compartida que debemos defender ante un mundo global, que tiende a la despersonalización y al desarraigo. Tenemos unas raíces comunes históricas y culturales que debemos hacer fructificar en hermandad, respeto y amor mutuo. Que hagamos todo lo posible para fortalecer y renovar la fraternidad con Aragón, con España y Portugal, y con todos los países de Iberoamérica. ¡Se lo encomendamos hoy a la Virgen del Pilar!
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