«Cristo es nuestra Paz» (y 2)

Al inicio del Año el Santo Padre Francisco nos invita a orar por la Paz en el mundo. En su mensaje para la Jornada mundial de la Paz del 1 de enero propone: «La paz como camino de esperanza: diálogo, reconciliación y conversión ecológica», con cinco apartados que os presento:
 

1. La paz, es camino de esperanza ante los obstáculos y las pruebas.

La paz, como objeto de la esperanza, es un bien precioso, al que aspira toda la humanidad. El deseo de la paz está profundamente inscrito en el corazón del hombre y no debemos resignarnos a nada que sea menos que eso. Es la virtud que nos pone en camino, nos da alas para avanzar, incluso cuando los obstáculos parecen insuperables. Por ello, todo tipo de guerra es un fratricidio que destruye el mismo proyecto de fraternidad inscrito en la vocación de la familia humana, basada en nuestro origen común en Dios y ejercida en el diálogo y la confianza recíproca.
 

2. La paz, es camino de escucha basado en la memoria, en la solidaridad y en la fraternidad.

La memoria de las violencias evitará cometer nuevamente los mismos errores o proponer los esquemas ilusorios del pasado. Abrir y trazar un camino de paz es un desafío muy complejo, ya que los intereses que hay en juego en las relaciones entre personas, comunidades y naciones son múltiples y contradictorios. Hay que apelar a la conciencia moral y a la voluntad personal y política. La paz brota de las profundidades del corazón humano y la voluntad política siempre necesita revitalización, con testimonios convencidos, de artesanos de la paz abiertos al diálogo sin exclusión ni manipulación. El proceso de paz es un trabajo paciente que busca la verdad y la justicia, que honra la memoria de las víctimas y que se abre, paso a paso, a una esperanza común, más fuerte que la venganza.
 

3. La paz, es camino de reconciliación en la comunión fraterna.

La Biblia llama a abandonar el deseo de dominar a los demás y aprender a verlos como personas, hijos de Dios, y hermanos. El otro debe ser respetado por la promesa que lleva en su interior, y que rompe la espiral de venganza. Que venza la fuerza del perdón y la capacidad de reconocernos como hermanos y hermanas, como mujeres y hombres de paz. Paz social pero también política y económica.
 

4. La paz, es camino de conversión ecológica.

Este camino de reconciliación es también escucha y contemplación del mundo que Dios nos dio para convertirlo en nuestra casa común. Urge una conversión ecológica, que lleve a una forma nueva de vivir, de encontrarse los unos con los otros desde la propia diversidad, de celebrar y respetar la vida recibida y compartida, de preocuparse por las condiciones y modelos de sociedad que favorecen el florecimiento y la permanencia de la vida en el futuro, de incrementar el bien común de toda la familia humana.
 

5. La paz se obtiene tanto como se espera.

No se consigue si no se la espera; requiere paciencia y confianza. Debemos creer que el otro tiene la misma necesidad de paz que nosotros. E ir más allá del miedo, reconociéndonos hijos necesidades ante el Padre del hijo pródigo. La cultura del encuentro entre hermanos romperá con la cultura de la amenaza, guiándonos a ir más allá de los límites de nuestros horizontes estrechos, y aspirar siempre a vivir la fraternidad universal, como hijos del único Padre celestial. Dejémonos sostener también por el sacramento de la Reconciliación, que el Señor nos dejó para la remisión de los pecados de los bautizados.

¡Que Dios nos haga hombres y mujeres de paz y de esperanza!

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