Septiembre marca la reanudación de las cosas «normales», que retornan con su belleza, pero también con su monotonía y a veces con cierto desencanto, porque quizás esperamos demasiado de lo que la vida nos debería dar en este mundo. Nos conviene volver a reflexionar sobre la forma en que nos sabemos tomar la vida, los problemas, las decepciones, las posibilidades… Tenemos que aprender a ser felices, que es todo un arte. El papa Francisco el pasado mes de junio recordó que «necesitamos una mirada nueva sobre nosotros mismos y sobre la realidad, cultivando en estos tiempos de pandemia la confianza de estar en las manos de Dios y, al mismo tiempo, esforzarnos todos para reconstruir y recomenzar, con paciencia y constancia. para así salir bien de la pandemia.»
Un nuevo curso nos espera, a semejanza de los estudiantes que inician esta semana entrante una nueva etapa de su vida. Todos deberíamos programar de nuevo nuestra vida cotidiana. ¿Y si aprendiéramos a «priorizar» bien nuestras ocupaciones, valores, sentimientos, y sobre todo si supiéramos distinguir bien lo que es más importante de lo que lo es menos? Ahora que estamos a tiempo, pensemos en lo que queremos que sea lo más importante de nuestro vivir en este nuevo curso, y démosle prioridad, tiempo, dedicación y medios. Lo primero tiene que ser el Señor, ciertamente, y luego, ¿qué ponemos? ¿La familia, uno mismo o bien los demás, la salud, el trabajo, el deporte, el dinero, la formación, la cultura, un hobby? Hagamos caso a Jesús cuando nos dice: «Buscad sobre todo el Reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se os dará por añadidura» (Mt 6,33).
Vivimos en un mundo en el que tener fe y ser cristiano es un hecho diferencial y es necesario que sepamos dar razones de nuestra fe y de nuestra esperanza. Ser bautizado en Cristo, llevar su nombre inscrito en nuestros corazones, y hacer la opción de vida por el Señor en un universo multicultural y multirreligioso, no es la única opción posible y, por ello, hay que saber dar razones y desarrollar una apología inteligente de la propia fe. Nos exhorta san Pedro: «Estad siempre dispuestos para dar explicación a todo el que os pida una razón de vuestra esperanza» (1Pe 3,15).
Ahora que empezamos un nuevo curso pastoral, ¿y si nos comprometemos a invertir un poco de tiempo, para formarnos mejor como cristianos? Sólo un cristiano que conozca y ame a Jesucristo, que profundice en su Palabra, podrá dar razón de su esperanza de forma razonada, convincente y fiel. Animémonos a encontrar tiempo para la propia formación, y veremos que toda nuestra vida apostólica sale beneficiada. La Escuela de formación permanente de la Diócesis de Urgell, nos puede ayudar. Tiene lugar cada quince días, encontrándonos en Balaguer. Buscad información en la pág.web de la Diócesis.
Asimismo, ¿por qué no dar un poco de nuestro tiempo y de nuestras posibilidades económicas a quienes nos necesitan? Es la mejor inversión. Dar y darse. A imitación de Jesús. Hay muchos voluntariados a realizar y hay muchas causas solidarias y caritativas a sostener. ¡Ánimo!. ¡Un fecundo nuevo curso pastoral a todos!
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