Mensaje a los fieles de Urgell

Estamos viviendo una Cuaresma única y parece que también podría ser así la Semana Santa y la Pascua, debido al coronavirus Covidien-19 y el estado de alarma declarado por las Autoridades. Estamos confinados y cansados, quizás estamos viviendo mucha incertidumbre, angustia, sufrimientos y sobre todo dolor por las víctimas y por todos los infectados, por los que tienen dificultades en su economía y por los más vulnerables, que son muchos. Y, junto a todo ello, también estamos viviendo el heroísmo de muchas personas que se han entregado con generosidad por el bien de los infectados, para que la sanidad y el país funcionen. Y seguramente que cada uno de nosotros estamos intentando amar con obras a nuestro prójimo. También la Diócesis, las parroquias y comunidades, privadas de la celebración comunitaria de la fe, estamos obligados a buscar otras maneras de vivirla, de mantener firme la esperanza, de orar con fervor y de continuar amando y sirviendo a Dios y a los hermanos. Debemos continuar pidiendo que el Señor nos libere de esta epidemia, de todos los males y de cualquier perturbación, agradeciendo y orando también por nuestras familias y por las autoridades, los médicos y personal sanitario, las fuerzas de seguridad, los dirigentes de la cosa pública y los que están pendientes de que las cosas funcionen, que los alimentos lleguen, que las personas mayores y los pequeños sean cuidados, y que la vida siga adelante.

Debemos tener mucha confianza. Dios nunca nos deja y nos hace presente en todas las circunstancias de la vida, por duras o oscuras que nos puedan parecer: «El Señor es mi Pastor … Aunque camine por cañadas oscuras nada temo, porque tú vas conmigo; tu vara de Pastor me sosiega» (Sal 23,2.4). Él sabrá sacar bien de este mal, y quiere que luchemos contra el mal, con el bien. Pidamos que remita la epidemia y que pronto nos podamos rehacer sanitariamente y económicamente. Mientras tanto, estemos pendientes de los más vulnerables y intentando superar estos momentos de angustia y de dolor, con coraje y esperanza. Debemos vivir de la oración y de la esperanza, y ofrecerlas a todos, como un testimonio de amor. Amemos con esperanza y encontramos el apoyo en la oración.

Este es el mensaje que el Santo Padre Francisco desde el inicio de esta epidemia, nos ha recomendado: la oración confiada a la Virgen. Hagámoslo también nosotros. Cada día el Papa reza esta oración, que nosotros podemos hacer nuestra:

«Oh María, tú resplandeces siempre en nuestro camino como un signo de salvación y esperanza.
A ti nos encomendamos, Salud de los enfermos, que al pie de la cruz fuiste asociada al dolor de Jesús, manteniendo firme tu fe.
Tú, Salvación del pueblo romano, sabes lo que necesitamos y estamos seguros de que lo concederás para que, como en Caná de Galilea, vuelvan la alegría y la fiesta después de esta prueba.
Ayúdanos, Madre del Divino Amor, a conformarnos a la voluntad del Padre y hacer lo que Jesús nos dirá, Él que tomó nuestro sufrimiento sobre sí mismo y se cargó de nuestros dolores para guiarnos a través de la cruz, a la alegría de la resurrección. Amén.
Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios, no desprecies nuestras súplicas en las necesidades, antes bien líbranos de todo peligro, oh Virgen gloriosa y bendita. Amén

+ Joan-Enric Vives, Arzobispo de Urgell

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