Mons. Vives predica en el Quinario a Jesús del Gran Poder de Sevilla

El día 4 de enero dentro de los actos del IV centenario de la Sda. Imagen de Jesús del Gran Poder, realizada por el gran artista Juan de Mesa en 1620, Mons. Joan-Enric Vives predicó en el 4º día del Quinario que precede la Función Principal del día 6 de enero de la «Pontificia y Real Hermandad y Cofradía de Nazarenos de Nuestro Padre Jesús del Gran Poder y María Santísima del Mayor Dolor y Traspaso«, de que Mons. Vives es Hermano.

Por la tarde participó en la acogida de toda la Hermandad del Gran Poder al Heraldo de los Reyes Magos que quería postrarse ante el «Señor de Sevilla» y recoger las cartas de los niños. Y presidió una sencilla plegaria del Heraldo y los presentes por los niños y niñas de Sevilla y de todo el mundo.

Por la noche, fue acogido solemnemente en la entrada de la Basílica por el Hermano Mayor de la Hermandad Excmo. Sr. Félix Ríos y la Junta de la Hermandad, y después del Santo Rosario y otras devociones, presidió la Eucaristía con otros sacerdotes concelebrantes. En la predicación y homilía dirigió estas palabras con la oración devota final al Jesús del Gran Poder:
 

Homilia:

1.-Vivimos un Jubileo.- Alegría hermanos. “Iubilate Deo, omnes gentes!” Que todos los pueblos te alaben.

Cuantas realidades bien preparadas: El traslado a las barriadas periféricas de Sevilla para ser venerado en las  parroquias de la Blanca Paloma, las Candelarias y Santa Teresa. La Catedral.

Y el Voluntariado “Hacia 2.020”. Cauce de actuación de nuestra Hermandad y de nosotros, como hermanos, la gran mayoría laicos, que nos queremos comprometidos en la construcción de una sociedad imbuida y transfigurada por el espíritu cristiano.

Actos culturales que muestran el valor de la devoción secular al “Señor de Sevilla”.

Y tantas actividades de caridad, formativas, catequéticas, de juventud, y otros proyectos.

En este santo Quinario le pedimos al Espíritu Santo que bendiga nuestra Hermandad y nos conduzca para dar frutos renovados de devoción y de conversión, inspirados por esta Sagrada y tan querida Imagen del Señor.

Él siempre va caminando ante nosotros, decidido, humilde, acogedor de todos, hacia el Calvario para dar su vida, como señal del Amor infinito de Dios por sus hermanos, los hombres.

“No hay amor más grande que el que da su vida por los amigos. Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que os mando”… No hay amor más grande, revela esta imagen sobrecogedora y admirable. A sus pies, ¿quién no se siente atraído, perdonado y amado?

Tantos se preguntan: ¿Dónde encontrar el amor? ¿Dónde inspirarse…? ¿todo serán amores pasajeros? ¿Será todo relativo? ¿Quién podrá mostrarnos realmente el amor que convence, el verdadero, el que penetra en los corazones más cerrados?

Ven a ver (le podemos responder). Mira al que anda con su Cruz a cuestas, caminante sediento de tu amor. Él es quien tiene todo el poder, aquel que los Reyes de Oriente buscaron para ofrecerle sus dones y adorarlo. Y que al encontrarlo se llenaron de inmensa alegría.

Lo encontraron en los brazos de una Madre, en los brazos de María, la Santísima Virgen del Mayor Dolor y Traspaso. La que fue una desplazada en Belén, sin lugar para ellos en el hostal, que tuvo que recostara su pequeño recién nacido en un pesebre de animales; que vio degollar a los inocentes, que tuvo que huir con su pequeño, custodiados por San José, y sobrevivió acomodándose como unos refugiados más, en Egipto… y volver a Nazaret a una vida humilde, entregada, hecha de silencio, oración, trabajo y un inmenso y purísimo amor… También a Ella , a nuestra Madre, le pedimos que nos entregue a su Hijo, que nos adentre en su amistad e intimidad, que sólo Ella conoce bien.

Acojamos a Jesús del Gran Poder. Abrámosle de par en par nuestras vidas, como San Juan Pablo II nos exhortaba. Sin miedo, pues este es Jesús, el Cristo, el Hijo de Dios vivo, el todopoderoso, el único en quien podemos confiar plenamente.
 

2.- Celebramos un gran acontecimiento: 400 años de la Sda. Imagen del Señor. Jesús vino a Sevilla y con su belleza la cautivó. Ahora Sevilla va al Señor, para aprender de Él, y para configurarnos en imágenes suyas, que den luz y vida al mundo. Seamos un corazón que hable a los corazones de nuestros hermanos. Es la dinámica de la auténtica evangelización, la que calla, o habla, o hace, pero siempre desde el amor real, concreto.

Lo que hemos recibido os lo anunciamos para que vosotros también creáis, como dice S. Juan al inicio de su primera carta:

“Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y lo que hemos tocado con nuestras manos acerca de la Palabra de Vida, es lo que os anunciamos.

Porque la Vida se hizo visible, y nosotros la vimos y somos testigos, y os anunciamos la Vida eterna, que existía junto al Padre y que se nos ha manifestado. Lo que hemos visto y oído, os lo anunciamos también a vosotros, para que viváis en comunión con nosotros. Y nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo Jesucristo. Os escribimos esto para que nuestra alegría sea completa.” (1 Jn 1,1ss).

El Espíritu Santo nos ayudará a esculpir la imagen de Jesús en nosotros. Él ya lo hizo en las entrañas de la Virgen. Lo regala en cada Eucaristía y lo regala por su Palabra. Está presente en los hermanos… Debemos ayudar al ES a esculpir la imagen de Cristo en nosotros mismos, y en los habitantes de esta ciudad, de esta Archidiócesis y en todo el mundo. No ya como Juan de Mesa en 1620, sino hoy. Configurarnos nosotros a Jesús, y anunciar su Palabra y su Poder, para que los demás se dejen configurar a imagen de Jesucristo, el Señor.

Cristo salió del Padre, “en medio del silencio de la noche”, dice la Escritura, y vino a salvar lo que se hallaba perdido. Así se cumplía que “El pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto una gran luz; sobre los que habitaban en el país de la oscuridad ha brillado una luz” (Is 9,1). La Misión es “salir” para salvar. “Como el Padre me ha enviado a Mi, así Yo os envío a vosotros”…

En Evangelii Gaudium el Papa Francisco nos describe

Debemos ser discípulos enamorados, fieles, con una vida espiritual centrada en la escucha de la Palabra de Dios y en la vivencia de la Eucaristía: «la Misa es mi vida y mi vida es una Misa prolongada» (S. Alberto Hurtado); centralidad del mandamiento del Amor y de las Bienaventuranzas.

Misioneros fervorosos, servidores de la vida; Misioneros fervorosos

Servidores y llenos de misericordia, atentos a todas las pobrezas. Con una opción preferencial por los pobres donde «preferencial» significa que debe modelar todas nuestras estructuras y prioridades pastorales; que va a todas las periferias, siempre accesibles y disponibles a todos. Con una espiritualidad de la gratuidad, de la misericordia y de la solidaridad fraterna.

Enamorados del Señor, porque como discípulos no un personaje de la historia pasada, sino el Cristo Vivo, presente en el hoy y el ahora de nuestra vida.

El Pueblo de Dios necesita fieles creyentes que no caigan en la mundanidad espiritual, que no busca la gloria de Dios sino la propia gloria cayendo en un humanismo sutil contrario a Dios.

Ser Evangelizadores con espíritu (EG, cap. V, nn. 259-283): Evangelizadores que rezan y trabajan, que cuidan su encuentro personal con el Amor de Jesús que nos salva; contemplativos de este Amor. Que configuran su vida con toda la vida de Jesús; si no estamos enamorados, convencidos, entusiasmados, no convenceremos a nadie.

Debemos buscar la gloria del Padre; evangelizamos para la Gloria del Padre, con el gusto por ser pueblo: amar a la gente., siendo instrumentos de Jesucristo. No distanciarse de las llagas de Cristo, de la miseria humana. Y sabiendo que estamos invitados a dar razón de nuestra esperanza

Cada uno no tiene sino que “es una misión en esta tierra» (n.273). Y todos son inmensamente sagrados y merecen mi afecto y mi entrega

Fiémonos de nuestro Padre Jesús del Gran Poder, que ha Resucitado y no nos deja solos sino que nos infunde su mismo Espíritu Santo.

  • Él es la fuente profunda de nuestra esperanza
  • Nos libra del pesimismo y el descontento crónico que secan el alma
  • Nos da la fe que es confiar en Él y saber que Dios actúa en todo.
  • Creyendo que toda entrega, todo gesto de amor, siempre será fecundo, pues nada se pierde, sino que la vida da frutos
  • No debemos pretender ver resultados llamativos
  • Demos el todo, sabiendo que nuestra entrega es necesaria, con una total confianza en el Espíritu Santo

Y valoremos la fuerza misionera de la oración de intercesión.
 

3.- Por esto al teminar me dirijo en nombre de todos al Jesús del Gran Poder, que nos convoca, que está interiorizado en nosotros, y le dirijo esta

Oración:

«Señor Jesús del Gran Poder, Redentor del mundo,
Señor de Sevilla y amigo de los sencillos y los pecadores,
que caminas con decisión al Calvario para dar tu vida por todos,
y así salvarnos del pecado y darnos la abundancia de la vida divina.

Mira compasivo nuestra debilidad, y ten piedad de nuestro mundo.
Líbranos del pecado y del mal,
y condúcenos a la auténtica paz
la que se encuentra por la conversión y la acogida de tu Palabra.

Tú nos invitas a seguirte y a amarte como discípulos,
hermanos y amigos tuyos,
ya que así encontraremos el reposo y la felicidad que tanto deseamos;
no nos dejes nunca de tu mano tan poderosa,
camina con nosotros para que podamos sostener nuestras cruces,
y apóyanos bondadoso en todos los caminos de la vida.

En este IV Centenario de tu Sagrada Imagen,
que a tantos devotos ha sostenido, a lo largo de los siglos,
y ha inspirado nuestra fe y nuestra oración:
te consagramos nuestra Hermandad de Nazarenos y con ella
nuestras vidas y nuestras familias, toda nuestra ciudad,
porque queremos vivir siempre con la confianza puesta
sólo en Ti, que eres el Amor infinito,
y porque queremos servirte de todo corazón a Ti
y a nuestros hermanos, por amor a Ti.

Haz, Señor, que todos podamos encontrar
Luz en Tu rostro, tan sereno y compasivo,
Fuerza en Tus pies, que sostienen el poder de tu humanidad y tu divinidad,
y Amor en Tus manos,
que hoy besamos con recogimiento y contrita devoción.
Sé tu nuestro Amigo y Maestro bondadoso y humilde,
y que en tu pesada cruz redentora
aprendamos a dar la vida
y a vivir el amor generoso y sacrificado hacia todos.

Amén.»

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