Exequias de Mons. Gregorio Martínez en Zamora

Cientos de personas asistieron el día 23 de septiembre en la Catedral de Zamora a la misa exequial por el obispo de Zamora, Gregorio Martínez Sacristán, quien falleció el pasado viernes a los 72 años de edad tras una larga y penosa enfermedad. La ceremonia, concelebrada por una treintena de prelados, fue presidida por el arzobispo metropolitano de Valladolid y presidente de la Conferencia Episcopal Española, Cardenal Ricardo Blázquez. Asistió el Arzobispo Joan-Enric, presidente de la Comisión episcopal de Seminarios de la CEE, de la que él era miembro.

Ricardo Blázquez reveló durante su homilía que Gregorio Martínez sufrió un «cáncer agresivo», después de la insuficiencia renal y diálisis, seguida por un trasplante, que impidieron al obispo de Zamora desarrollar su actividad con normalidad.

«A don Gregorio le ha marcado profundamente la cruz de la enfermedad. Tuvo la oportunidad de escuchar diariamente la invitación del Señor: Venid a mí los que estáis cansados ​​y agobiados y yo os aliviaré. Sufrió mucho tiempo insuficiencia renal y diálisis. Tuvo que esperar el trasplante», expuso Blázquez. «Sufrió la operación y la recuperación, transcurriendo entre esperanzas y lentitud. Cuando parecía que había llegado a una fase de vivir saludablemente, llegó un diagnóstico abrumador: cáncer agresivo y con paso acelerado», indicó.

En este contexto, Ricardo Blázquez puso énfasis que la «debilidad corporal y la enfermedad interior que limitan la capacidad de dedicación y la relación con las personas» y consideró que Mons. Gregorio «ha llevado las llagas de Jesús en su cuerpo».

Gregorio Martínez recibió en la Catedral de Zamora la ordenación episcopal el 4 de febrero de 2007, en una celebración presidida por el cardenal Rouco. La Catequesis fue el campo apostólico al que dedicó más atención pastoral. Había estudiado Catequética en París y fue maestro de muchos catequistas, recordó Blázquez.

Tras la eucarística, el entierro se hizo en el trascoro de la Santa Iglesia Catedral.

Posteriormente Mons. Vives visitó el Seminario de San Atilano de Zamora y almorzó con los formadores y seminaristas del Mayor y del Menor, en un hermoso clima de fraternidad.

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