Los catequistas de la Diócesis participaron el sábado 12 de octubre en la Jornada de formación y de inicio del Curso convocada por la Delegación de Catequesis, en la que dictó la ponencia central Mn. Joan Àguila Chavero, Director del Secretariado Interdiocesano de Catequesis de Cataluña y Baleares (SIC) y Rector de Valls (Arzobispado de Tarragona). Fue presidida por el Arzobispo Joan-Enric y por el Vicario episcopal y Delegado de catequesis, Mn. Antoni Elvira. La jornada concluyó con la celebración de la Eucaristía de envío que fue presidida por el Arzobispo, que entregó la misión a los catequistas para este curso.
La Jornada diocesana se inició con la oración y con las palabras de presentación del Arzobispo que aprovechó el momento para destacar los acontecimientos eclesiales que se vivirían en el curso 2019-2020, como por ejemplo el Sínodo sobre la Amazonia que quiere identificar nuevos caminos para la evangelización de esta porción del Pueblo de Dios, especialmente de los indígenas, frecuentemente olvidados y sin la perspectiva de un futuro sereno, también como resultado de la crisis de los bosques amazónicos; la celebración del Mes Misionero este octubre que quiere ayudar a renovar el espíritu misionero de las comunidades cristianas, amando a nuestros misioneros y misioneras, ayudándoles y acogiendo la llamada del Señor a ir por todas partes, sin cerrarnos, anunciando el Evangelio de la paz y del amor; la conmemoración el próximo 2020 del 25º aniversario del Concilio Provincial Tarraconense; y la situación política que estamos viviendo.
En su ponencia Mn. Joan Àguila quiso subrayar cómo ser catequista es una llamada del Señor ya que Dios llama toda persona de diversas maneras, ya sea a través de mediaciones humanas, circunstancias personales o eventos. Hay que saber discernir la voz del Señor y ayudar a despertar en los niños, adolescentes y jóvenes. Esta llamada por parte de Dios pide que el catequista viva con fidelidad a la Palabra de Dios, sea asiduo a la oración y participe en las celebraciones litúrgicas de la Iglesia y se tome en serio y responsablemente el compromiso cristiano en el mundo.
Los jóvenes, adolescentes y niños, reclaman un catequista que viva lo que predica. Es necesario también que el catequista se sienta enviado por parte de la Iglesia ya que es un enviado por parte de la comunidad cristiana. Esto implica que debe conocer, enseñar y testimoniar a los catequitzantes lo que la Iglesia vive, celebra y cree, ya que no habla en nombre propio sino que lleva el mensaje que ha recibido de la comunidad cristiana y que el quiere transmitir a los jóvenes. Por lo tanto, esto reclama que el catequista sea un miembro activo y responsable en la parroquia, plenamente integrado en ella.
Mn. Àguila insistió en que es necesario que el catequista se alimente de la Eucaristía y del sacramento de la reconciliación porque sólo así podrá ser creíble en su testimonio. Hay una coherencia de vida según el criterio del Evangelio y las enseñanzas de la Iglesia además de un gran sentido de comunión para trabajar conjuntamente con los otros catequistas. Destacó cómo el catequista es un compañero en el camino de la fe que debe ayudar a los niños a despertar la fe, alentarlos en sus dudas o preguntas y debe tener unas ciertas habilidades pedagógicas para enseñar la fe, destacando sin embargo, cómo lo fundamental es la propia experiencia de vida en el crecimiento de la propia fe del catequista. Esto pide unas cualidades humanas en el catequista como la capacidad de comunicación, de adaptación y formación constantes para atender las necesidades de los niños y jóvenes, la capacidad de relación y escucha individualizada a cada niño y una cierta capacidad de gestionar grupos. La catequesis es una responsabilidad de toda la comunidad cristiana tal como lo recuerda el Directorio General para la Catequesis en su número 220. Finalmente, resumió las 6 dimensiones fundamentales de la catequesis: favorecer el conocimiento de la fe, la educación litúrgica, la formación moral, enseñar a orar, incorporar a la comunidad cristiana e iniciar la misión.
La jornada concluyó con la celebración de la Eucaristía en la iglesia del Seminario diocesano de Urgell, en la cual los catequistas renovaron su compromiso catequético y donde el Sr. Arzobispo les renovó la misión y les impartió una bendición para que pudieran ejercer bien su ministerio como catequistas y su misión de evangelizar a los niños y las familias. En su homilía destacó cómo en la fiesta litúrgica de la Virgen del Pilar había que ver cómo gracias a la misión y a la catequesis de tantas y tantas personas, como San Pedro Claver, la fe había podido llegar a muchos lugares de la comunidad Iberoamericana y cómo los catequistas han tenido en la historia y tienen en la actualidad un papel fundamental para traspasar la fe a las nuevas generaciones. Puso bajo la protección de la Virgen del Pilar la convivencia entre todos los ciudadanos en este momento difícil de relaciones entre Cataluña y España, y pidió a los cristianos ayudar con la oración y la caridad a la comunión, la reconciliación y la paz entre hermanos. Finalmente, glosando el Evangelio proclamado en aquella fiesta, destacó que quien tiene una buena nueva no se la puede guardar para sí sino que siente la necesidad imperiosa de transmitirla a los demás y pidió que los catequistas intentaran sembrar la fe en el corazón de los niños, adolescentes y jóvenes sin preocuparse por recoger el fruto pronto y confiando en la acción poderosa de Dios.
Al fina de la Misa el Arzobispo Joan-Enric les entregó personalmente «la agenda del catequista».
Una comida de hermandad compartida en la residencia de la Sagrada Familia de Urgell concluyó la gozosa jornada.