Pascua es Resurrección y es Vida nueva

Santa Pascua de Resurrección a todos!
Cristo, que tomó sobre sí mismo, en la Cruz, el pecado del mundo,
ha resucitado y nos invita a seguirlo con conversión de vida,
con alegría y sencillez, con una firme unión con Él!
Nos desinstala de la vida mundana y cómoda, pecadora,
porque con su misericordia nos rehace, nos recrea
y nos empuja a salir de nosotros mismos, de los cenáculos cerrados,
para anunciar el Evangelio a todos, con palabras y con obras.
Salgamos al encuentro de toda la humanidad, especialmente de los más pobres,
para curarlos las heridas y anunciar la gracia de creer en Jesucristo,
la felicidad de acoger su Evangelio de amor y de libertad.
con un testimonio convincente sobre la persona viva del Señor.

Pascua coincide este año con los primeros grandes mensajes
del nuevo Santo Padre Francisco, que ya nos ha robado el corazón
con su sencillez y libertad, con su radicalidad,
que augura una reforma eclesial profunda,
que deberemos acoger todos con prontitud y obediencia.
Esto tiene que significar ahora nuestra resurrección!
Abandonemos todas las conductas que llevan a la muerte
y adhirámonos a Cristo Resucitado, con una Vida nueva.
Viene de lejos, pero ya lo sentimos muy cercano, muy nuestro.
Humilde y preparado, con ganas de estimular la vida evangélica
con un gran amor a Cristo en todos los católicos
y más allá, en los corazones de toda la humanidad.

En el año de la Fe, celebremos la Pascua, la Vida nueva de Cristo,
núcleo central de la fe y del testimonio cristiano.
Os deseo a todos la alegría de creer y de servir,
de abrirse a Dios sin miedos, con la confianza de ser acogidos,
y la felicidad que nos da el amor victorioso de Cristo
que nos consuela y llena de paz,
que recrea nuestro amor y lo hace nuevo.
"Este es el día que hizo el Señor" (Sal 117,24)
¡Santa Pascua a todos!

"¡Bendito el que viene en nombre del Señor!" (Lc 19,38)

Jesús entra hoy en Jerusalén para dar su vida,
y con Él entramos en la Pasión, la Cruz y... con ojos nuevos, de fe,
entramos en el gran misterio de la Pascua de Resurrección,
la vida nueva y eterna, ofrecida por nosotros y por todos los hombres.

Es el significado profundo de la aclamación de los niños de Jerusalén,
y de los mayores, alfombrando las calles y aclamándolo:
"¡Bendito el que viene en nombre del Señor!"
Viene a nosotros como Rey de Paz,
portador de la salvación y la vida nueva para toda la humanidad.

¡Acojámoslo! ¡Abrámosle el corazón! ¡Pidámosle perdón y ayuda!
¡Pongamos a nuestras familias en su Corazón lleno de amor!
¡Pongámos la humanidad entera, los pobres, la paz... en su Corazón!

Este año la Pascua debe ser tiempo de oración
por el nuevo Papa Francisco que inicia un ministerio de servicio y amor
dándose por completo a su nueva misión a la que Jesucristo le llama.
También a él le decimos, como Cristo, el Buen Pastor:
"¡Bendito el que viene en nombre del Señor!"

"¿Me amas?" le ha preguntado el Cristo de la Pascua,
a través de los Cardenales, y de toda la Iglesia.
Y el nuevo Papa ha respondido con prontitud:
"Señor, tú conoces todo, ¡tú sabes que te quiero!"
Y Cristo le ha confiado la Iglesia y la humanidad entera:
"¡Apacienta mis ovejas! ¡Sígueme!"

El ejemplo que acabamos de vivir de la elección/vocación del Papa,
tiene que ser un modelo a imitar por todos nosotros.
En este Año de la Fe, volvamos a decir:
"¡Señor ya creo, pero aumenta mi fe!"
Entremos en Jerusalén con Jesús, el Rey de Paz.
No seamos incrédulos, sino creyentes y confiados.
¡Pidamos la fortaleza de seguirle siempre,
de dar testimonio de la fe y de amarle por encima de todo!

Vocación del Papa y vocación de los sacerdotes

Estamos viviendo en la Iglesia, con confianza filial y oración ferviente, la acogida del nuevo Pastor universal que los Cardenales elegirán en el Cónclave. Quizá en estos últimos días ya se ha realizado la elección, ya le conocemos y damos gracias a Dios por su disponibilidad! Porque Dios siempre es fiel a su promesa y no nos deja huérfanos ni sin pastor: "Os daré pastores, según mi corazón, que os apacienten con ciencia y experiencia" (Jer 3,15).

En este domingo próximo a San José celebramos la Jornada de oración por el Seminario y por las vocaciones al ministerio sacerdotal. Y es conveniente la oración por el nuevo Papa, así como la oración y la reflexión sobre la vocación al ministerio ordenado. Nadie puede atribuirse a sí mismo esta misión, sino que le es pedido por medio de una elección de los Cardenales. Se le pregunta al llegar el momento solemne de la elección: "¿Aceptas tu elección canónica para Sumo Pontífice?", Y una vez recibido el consentimiento, le preguntan "¿Cómo quieres llamarte?". Dios hace llegar su llamada, en este caso, a través de la elección humana y a la vez transfigurada por la acción del Espíritu Santo, de un grupo eclesial muy sabio y ponderado, el Colegio de los Cardenales. Por eso pedimos con insistencia que Dios ilumine a los Cardenales electores y los haga concordes en su cometido para que la designación sea unánime (se precisan al menos 2/3 de los votos), y a la vez fructífera, tal como requiere la salvación de las almas y el bien de todo el Pueblo de Dios. Así se fortalecerá la caridad en la unidad, el Evangelio será predicado con toda fidelidad y pureza, y la Iglesia vivirá unida en la comunión y se extenderá el Reino de Dios, con paz. En el caso de los sacerdotes, los jóvenes que han escuchado la llamada se ofrecen y se presentan o son presentados por alguien al Seminario, se van preparando unos años, y finalmente es el Obispo quien los escoge el día de la ordenación: "Con la ayuda de N. S. Jesucristo, elegimos este hermano nuestro para el orden del presbiterado". Y el pueblo aclama "Demos gracias a Dios". Libertad humana y gracia divina de la vocación que se conjuntan admirablemente.

Todo Papa necesitará la ayuda de Dios, ya que su vocación supera toda capacidad humana. Pero estamos seguros de que no le faltará nunca el auxilio divino. Necesitará también de la comunión del Colegio episcopal que él preside, así como de la unión con su persona de todos los miembros del pueblo de Dios. Nos ayudan a entender la vocación de Papa –y de alguna manera toda vocación sacerdotal– las palabras que pronunció Juan Pablo II el 16/10/1978 al ser elegido: "He sentido miedo al recibir esta designación, pero lo he hecho con espíritu de obediencia a N.S. Jesucristo y con confianza plena en su Madre María Santísima... Y así me presento a todos vosotros para confesar nuestra fe común, nuestra esperanza y nuestra confianza en la Madre de Cristo y de la Iglesia, y también para comenzar de nuevo el camino de la historia y de la Iglesia, con la ayuda de Dios y con la ayuda de los hombres". También Benedicto XVI el 19.4.2005 desde el balcón de las bendiciones decía: "Los señores cardenales me han elegido a mí, un simple y humilde trabajador de la viña del Señor. Me consuela el hecho de que el Señor sabe trabajar y actuar incluso con instrumentos insuficientes, y sobre todo me encomiendo a vuestras oraciones. En la alegría del Señor resucitado, confiando en su ayuda continua, sigamos adelante. El Señor nos ayudará y María, su Santísima Madre, estará a nuestro lado. ¡Gracias!" Oremos juntos por el nuevo Papa, por su pontificado, y encomendemos también todas las vocaciones sacerdotales y los seminaristas de Urgell de manera muy especial.

Días de unidad eclesial y de oración intensa

En estos primeros días de marzo, a punto de entrar en el Cónclave, los Cardenales de la Iglesia Romana están deliberando y auscultando las necesidades espirituales y las prioridades de la Iglesia y de la humanidad entera. Y rezan intensamente para discernir cuál debe ser la persona más adecuada para llevar a cabo la misión del Papa, de ser Pastor universal de toda la Iglesia, según la voluntad de Dios, y no de los hombres. "El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias" (Ap 2,7) recomienda el apóstol Juan, y todos debemos saber "escuchar" al Espíritu Santo y "discernir" los actuales "signos de los tiempos". Los Cardenales aún más, ya que tienen una misión electiva tan transcendental. ¡Que profundas suenan las palabras que deben decir cuando juran solemnemente en el momento de depositar su voto: "Pongo por testigo a Cristo el Señor, el cual me juzgará, que doy mi voto a quien, en presencia de Dios, creo que debe ser elegido"!

Estos días son días de espera creyente, donde hay que intensificar la vivencia y el amor por la unidad eclesial y sobre todo perseverar en la oración intensa por el nuevo Papa. La Secretaría de Estado advirtió hace días que experimentaríamos presiones inaceptables para condicionar el voto de los Cardenales, sembrar confusión y atizar el descrédito de la Iglesia a través de maledicencias, desinformaciones y calumnias injustas. Y veríamos nuevas maneras de presionar a los electores del nuevo Papa, a través de los medios de comunicación mundiales más que de los poderes o de los estados, como en tiempos anteriores. ¡No nos dejemos desanimar! ¡No demos crédito a las calumnias! Trabajemos por la unidad de la Iglesia y tengamos fe en Dios que conduce a su Iglesia a pesar de las tormentas, y que constantemente la renueva y hace santa. Y procuremos que estos días sean un tiempo de reflexión sincera sobre las expectativas espirituales del mundo y sobre la fidelidad de la Iglesia a Cristo y al Evangelio.

Nos pueden ser un referente la intercesión y la angustia de la comunidad de Jerusalén, que "mientras Pedro estaba en la cárcel bien custodiado, la Iglesia oraba insistentemente a Dios por él" (Hch 12,5). Y también el apóstol Pablo que escribía a los Romanos: "Por nuestro Señor Jesucristo y por el amor del Espíritu, os ruego, hermanos, que luchéis conmigo rezando a Dios por mí" (Rm 15,30). Debemos estar plenamente convencidos que Dios sostendrá al nuevo Obispo de Roma y Sucesor del apóstol Pedro y le acompañará siempre para que sea Roca firme, predique con toda fidelidad y pureza la fe católica, una en la caridad a todos los hermanos, gobierne con fidelidad a Cristo la barca de la Iglesia, y pueda sostener la fe y el testimonio de los hermanos. Confiemos en lo que Jesucristo le dijo a Pedro: "Yo he pedido por ti, para que tu fe no se apague. Y tú, cuando te hayas convertido, confirma a tus hermanos" (Lc 22,32) y sobre todo, la gran promesa del primado de Pedro: "Yo te digo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará" (Mt 16,18). Que con oración asidua e intensa, sobre todo mientras se desarrolla la elección, se alcance del Dios Omnipotente la asistencia y la luz del Espíritu Santo necesarias para los Cardenales electores, participando así eficaz y realmente en la ardua misión de proveer a la Iglesia universal de su Pastor. Dios, al imponerle este costoso encargo, lo sostendrá para que pueda realizarlo, y le dará también la ayuda para ejercerlo y la fuerza para que no desfallezca bajo el peso del ministerio (cf. Juan Pablo II, Universi Dominici gregis, sobre la elección del Romano Pontífice, de 22.2.1996).