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La persecución religiosa de 1936 costó la vida a 107 miembros del presbiterio diocesano y a un buen número de religiosos y otros fieles, y comportó la destrucción de una parte muy importante del patrimonio religioso-cultural del obispado. Algunas de aquellas personas martirizadas ya han sido beatificadas por la Iglesia y, de muchas otras, se ha iniciado el proceso canónico correspondiente. El Hno. de La Salle, Jaume Hilari, hijo de Enviny, ha sido, en el ámbito de todo el Estado, el primer mártir canonizado (1999) de los que recibieron la palma martirial en esa conflagración.