"¡Señor, te amo!" El testamento del Papa Benedicto
Nos habla de dar gracias a Dios, sin retórica ni empalago: agradece el don de la vida y del acompañamiento, “porque me ha guiado en diferentes momentos de confusión; siempre me ha levantado cada vez que empezaba a resbalar y siempre me ha vuelto a dar la luz de su rostro”. Gracias por los padres y hermanos; por muchos amigos, hombres y mujeres, que Él siempre puso a su lado; por los colaboradores en todas las etapas de su camino; y por los profesores y alumnos que Dios le ha dado. Delicada forma de hablar de las personas que encontramos en el camino. Y da gracias también por su hermosa patria en los prealpes de Baviera, “donde siempre he visto brillar el esplendor del propio Creador”. Igualmente por "toda la belleza que he podido experimentar en todas las etapas de mi viaje, especialmente en Roma y en Italia". Sin excluir la petición de perdón "a quienes ha hecho daño de alguna manera".
¡A todos los cristianos recomienda mantenerse firmes en la fe! Y, como buen maestro, no puede olvidarse de una última lección de vida: La ciencia no ofrece resultados irrefutables en contraste con la fe. Las aparentes certezas contra la fe, de hecho no son ciencia, sino interpretaciones filosóficas, sólo aparentemente amparadas en la ciencia. Por eso dialogó con los pensadores (p.ej. J. Habermas) e impulsó los “atrios de los gentiles”, para aprender el límite de las afirmaciones de fe, y su especificidad. Y afirma que ha vencido a la razonabilidad de la fe en Cristo, que es realmente camino, verdad y vida.
Termina su “Testamento” pidiendo oraciones, por que Dios, “pese a todos mis pecados y carencias, me acoja a la estancia eterna”. Le tenemos que estar bien agradecidos: Benedicto XVI nos visitó en 2010 cuando vino a Barcelona a consagrar la Sda. Familia, y beatificó a nuestros presbíteros diocesanos mártires, Mn. Josep Tàpies y compañeros, así como me otorgó el título de arzobispo ad personam y fue decisivo para la firma del Acuerdo (Concordado) entre el Principado de Andorra y la Santa Sede. Su memoria perdurará por la buena doctrina de su Magisterio y la ejemplaridad de su vida como Papa. Encomendémosle para que Dios le acoja en su Reino y le dé el gozo celestial.