25 años del Catecismo de la Iglesia Católica
El Catecismo fue fruto de una amplísima cooperación. Su redacción duró 6 años por parte una Comisión que presidió el Cardenal Joseph Ratzinger y que elaboró el texto, ponderó las modificaciones y examinó las observaciones de numerosos teólogos, exegetas, expertos en catequesis, y, sobre todo, de los obispos del mundo entero. Se puede decir que el Catecismo fue el fruto de una colaboración de todo el Episcopado de la Iglesia Católica, y atestigua así la naturaleza colegial del episcopado y la catolicidad de la Iglesia.
Presenta con fidelidad y de modo orgánico la doctrina de la Sagrada Escritura, de la Tradición y el Magisterio de la Iglesia, así como de la herencia espiritual de los Padres y Santos. Tiene en cuenta, también, las declaraciones doctrinales inspiradas por el Espíritu Santo e ilumina con la luz de la fe las situaciones nuevas y los problemas que en otras épocas no se habían planteado aún. Tiene 4 partes: Credo; Liturgia, con los sacramentos en primer lugar; el Actuar cristiano, expuesto a partir del Decálogo; y, por último, la Oración cristiana. Las cuatro están relacionadas entre sí: el misterio cristiano es el objeto de la fe (1ª parte); ese misterio es celebrado y comunicado en las acciones litúrgicas (2ª parte); está presente para iluminar y sostener a los hijos de Dios en su obrar (3ª parte); inspira nuestra oración, cuya expresión principal es el "Padre nuestro", y constituye el objeto de nuestra súplica, nuestra alabanza y nuestra intercesión (4ª parte).
Los Obispos de Cataluña decíamos en el documento "Transmitir el tesoro de la fe" (2013) que los esfuerzos realizados por comunicar el Evangelio y educar la fe de la manera que en cada momento ha parecido más adecuada han sido muy importantes en Cataluña y han contado con el servicio generoso de muchos cristianos. A la hora de un balance, algunos podrían hacer suya la lamentación de Simón: “Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos pescado nada” (Lc 5,5). Hoy no sólo palpamos la dificultad de transmitir la fe, sino que además nos preguntamos qué es lo que no hemos hecho bien, porque el testimonio y el anuncio tantas veces realizados, parecen infructuosos. Sin embargo, lejos de caer en la inacción o el pesimismo, seguimos sintiendo que la misión encomendada por Jesús a su Iglesia está muy viva y que ésta, lejos de ninguna ambición terrenal, “sólo desea una cosa: continuar, bajo la guía del Espíritu Defensor, la obra misma de Cristo que vino al mundo para dar testimonio de la verdad, para salvar y no condenar, a servir y no a ser servido” (GS 3).
Renovemos la acogida del Catecismo con espíritu de comunión y usémoslo asiduamente para anunciar la fe. Es texto de referencia seguro y auténtico para la enseñanza de la doctrina católica, y sobre todo para la elaboración de los catecismos locales. Se ofrece a todo hombre que nos pida razón de la esperanza que hay en nosotros (cf. 1Pe 3,15) y que desee conocer lo que cree la Iglesia católica.