Entremos con Jesús en el amor crucificado
para sufrir su Pasión, y Resucitando, darnos la Vida.
A través de la Liturgia de estos días santos,
aclamemos el Misterio más grande y central de la fe cristiana,
el misterio pascual de la Muerte y Resurrección de Cristo.
Un hombre, un crucificado,
se nos revela como el Hijo de Dios, el Redentor de toda la humanidad,
que paga por todos, que carga con nuestros sufrimientos y los hace fructificar,
que tiene la única respuesta válida ante el dolor, el sufrimiento y la muerte ...
Todos nos hacemos preguntas.
Quien más quien menos, quiere tener una respuesta razonable
ante el enigma del dolor y de la muerte.
Es cierto que una Cruz es un suplicio atroz.
A Jesús lo han matado tras ser detenido de noche y a traición...
tras ser juzgado sumariamente, con acusaciones falsas.
Y se ha visto abandonado tratado injustamente,
Él, que siempre trató a todos tan misericordiosamente,
porque pasó toda su vida haciendo el Bien ...
Jesús nos convence con su pasión y su muerte
porque sabemos que es una muerte por amor.
Él vence el mal con el amor. Y lo consigue con la Cruz y la Resurrección.
Es porque ama mucho,
porque ama al Padre y ama a todos los hombres,
que Jesús se ha entregado a la muerte y a una muerte de Cruz.
Porque sólo el amor es creíble.
Y sólo una vida entregada con amor, merece ser seguida e imitada.
Por eso creemos en Cristo y confiamos en él.
Frente a tantas mezquindades, sufrimientos y dolor,
sobre todo el dolor de tantos inocentes,
emerge un rostro,
el rostro humillado y ensangrentado del Señor Jesús.
Este sí que es el Hijo de Dios.
En el rostro de Jesús resplandece el rostro todopoderoso-en-el-amor
del mismo Dios.
Desde ahora sabemos que Dios sufre,
que quiere sufrir con nosotros y por nosotros.
Que nuestras vidas le importan. Que no está lejos de ti, de mí,
de cada uno de nosotros, ni de los que sufren.
Porque sigue sufriendo en nosotros. Y nos redime.
Vivamos la Semana Santa participando en la liturgia de la Iglesia.
Aprenderemos una nueva manera de vivir y de amar:
con fe, confianza, perdón para todos, y amor que dé vida ...
¡Amemos como el Señor nos revela el Domingo de Ramos!